viernes, 3 de octubre de 2025

La historia de dos Marios

 


Hace unos días, en la junta de asesores externos del Cuban Research Institute (CRI), conocí a un descendiente directo de Mario García Menocal. Un tipazo, exitoso abogado, nacido aquí, al que sus padres inculcaron el amor y el respeto por la patria perdida. Es tan cubano que hasta escribió y publicó un libro de cubanismos.

Y esto me llevó a reflexionar sobre las diferencias en el carácter humano entre dos cubanos, los dos llamados Mario.

📺 Si no me quiere leer, véame, pero es peor. → [Ver el video aquí].   

 El abogado que recién conocí es tataranieto del tercer presidente que tuvo la República de Cuba. Aquella que tenía división de poderes: un ejecutivo, un legislativo y un judicial. La misma Cuba donde se respetaba la propiedad privada y las libertades individuales.

Foto: Facebook

García Menocal fue un buen presidente, a pesar de lo que nos dijeron en la escuela. Mientras ejercía su profesión de ingeniero civil, en sus propiedades, lo sorprendió el inicio de la guerra de Independencia de 1895. A los pocos meses, con veintiocho años de edad, se unió a los insurrectos y, al término de la contienda, ya era mayor general del Ejército Libertador. Un tipazo.

Como presidente, creó el peso cubano —en monedas, no en billetes—, el Ejército Nacional, la Academia Naval del Mariel, y propuso, y logró, la primera ley de divorcio en Cuba. Apoyó con efectividad el crecimiento económico, aprovechando la coyuntura creada por la Primera Guerra Mundial, en la que Cuba entró del lado de los Aliados. Fue la época de la “Danza de los Millones”. Por entonces, la isla era el principal productor de azúcar del mundo.

Por supuesto, nadie es un santo, y tampoco lo fue García Menocal. Como la mayoría de los presidentes que tuvo aquella república, al final de su mandato (1913-1917) el muy cabrón decidió reelegirse. Y lo hizo, a través de elecciones, que, desde luego, fueron tildadas de fraudulentas.

Eran tiempos en que los cubanos se consideraban ciudadanos, no pueblo, y los del Partido Liberal, oposición del conservador Menocal, se sublevaron. Se armó lo que se llamó la guerra de la Chambelona —aquellos ciudadanos también tenían humor— que pronto terminó a favor de Menocal.

Encerró a los líderes de la revuelta: Carlos Mendieta, Alfredo Zayas, José Miguel Gómez, todos futuros presidentes, y poco tiempo después los amnistió. El propio Menocal fue apresado cuando se sublevó en 1931 contra Gerardo Machado. Este también lo amnistió poco después. Eran tiempos en que los cubanos amnistiaban. Recuerden cómo Batista amnistió al Orate después de que él y su banda atacaran sus cuarteles.

Sí, ya sé, no me he olvidado del otro Mario.

El otro Mario se llama Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez. Aquí lo conocemos como el Barrigón número 1 de la Junta Militar de Barrigones, o como el Pedigüeño. Como Menocal, este también es ingeniero. No se graduó, como aquel, en una prestigiosa universidad norteamericana. Este panzón lo hizo en una de las universidades de la cautiva que “solo son para los revolucionarios”.

A base de lamer zapatos, besar pies y chivatear hasta a Mazzanini el torero, que es la forma de escalar en la política de las dictaduras totalitarias, llegó a ocupar el puesto de presidente de la isla cautiva. No lo hizo a través de elecciones, como Menocal, fue impuesto “a dedo” por el entonces octogenario hermano del Orate.

A diferencia de Menocal, este inepto nunca ha trabajado en algo productivo, nunca ha tenido un negocio propio ni ha permitido que el resto de sus gobernados lo tengan. Menocal, en sus dos períodos, varias veces censuró a la prensa y a los periodistas, pero nunca eliminó la libertad de expresión. Este Barrigón reprime a diario cualquier expresión de pensamiento independiente: golpizas, ataques a la reputación, cárcel o exilio, aún peor que en los tiempos del Orate.

En los tiempos de Menocal, la isla de Cuba nadaba en azúcar; en los de esta Junta de Barrigones tiene que importarla para repartir unos gramos entre sus cautivos. En aquel entonces, el servicio eléctrico se expandía, la basura era recogida regularmente y los mercados estaban surtidos. Bajo este Panzón, ya saben cómo está aquello. Para qué repetir lo que todos sabemos, lo que a todos nos duele.

Los pocos trenes que circulan se detienen por ríos de diarrea. Las calles de La Habana se inundan con cualquier lluvia, mientras a las casas no llega agua potable. Todos los días es algo peor.

Menocal amnistió a sus opositores cuando se sublevaron en armas. Fue amnistiado cuando él mismo se sublevó. Este Barrigón, que aunque perteneció a las fuerzas armadas del Orate nunca disparó un tiro, gritó que “la orden de combate está dada” cuando los cubanos, el 11 de julio de 2021, se lanzaron a la calle a pedir libertad.

Foto: CiberCuba

No iban armados, iban hambrientos y cansados de no tener presente, de no tener futuro. Se cansaron de ser considerados pueblo y luchaban por volver a ser ciudadanos.

Disfrazado de militar, con unos galones inventados, ordenó matar cubanos. Cientos de ellos, la mayoría jóvenes, siguen en prisión. Si no los matan de hambre, los matan a golpes. En estos tiempos de los Barrigones ineptos, no existe la amnistía, existe solo el castigo.

Con Mario García Menocal, con todas sus imperfecciones, Cuba tuvo una época de “vacas gordas”. Con Miguel Mario, el Barrigón, vive tiempos de “vacas flacas”, aunque, ahora recuerdo: ya no quedan vacas.

Dos Marios, dos Cubas. Cuánta diferencia. Que no se nos olvide, para cuando nos toque reconstruir. Nos vemos en febrero de 2026, para conversar sobre cómo reconstruiremos.


Ojalá los cautivos de la isla, cansados de ser humillados, de vivir a oscuras, con hambre entre montañas de basura fétida, se nos adelanten y nos den la sorpresa antes de que nos reunamos en febrero.

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