En el post "Los secuestrados" comentábamos sobre el violento aumento que el monopolio estatal Etecsa le propinó a los cubanos de la isla cautiva hace una semana. Bueno, nos lo propinó a todos los cubanos, pues la mayor parte de los ingresos que recibe Etecsa proviene de los exiliados e inmigrantes que pagan para poder comunicarse con sus familiares y amigos secuestrados por los dueños de Etecsa.
La Junta de Barrigones, parte de la cual es dueña también del conglomerado militar dueño de casi toda Cuba, incluyendo a Etecsa, pensó que este nuevo apretón de tuercas sería, como siempre, aceptado a regañadientes por sus vasallos. Al cabo, ya les han quitado los alimentos, las medicinas, el transporte, la electricidad y, en muchos casos, hasta la dignidad.
Esta vez no sucedió así. Resulta que el acceso a internet, por el que ahora tendrían que pagar más de lo que ganan en un mes, es una puerta por la que esos cubanos escapan de su realidad. No se habían percatado de que pueden estar con hambre, sed, sucios y a oscuras mientras sus ojitos estén atados a la pantalla de sus dispositivos móviles.
Las protestas —es un decir, pues más bien son quejas— iniciaron con los estudiantes universitarios y tímidamente se han reflejado —que no extendido— en otros sectores. Si una medida así se aplica en la Argentina de Milei o el Chile de Boric, las turbas estarían en la calle destruyendo y quemando mientras exigen la destitución de esos presidentes.
En Cuba no. Se quejan, alegan, se reúnen con quien les quitó la posibilidad de comunicarse y acceder al mundo exterior. El Barrigón número uno aparece en televisión haciendo malabares para justificar la necesidad de elevar los precios: “un tema de alta sensibilidad en un momento especialmente complejo para el país”, dice.
Tienen a ese país al borde del colapso total y, en vez de abrirlo a sus habitantes, deciden exprimir aún más a los que se fueron. Que paguen por su ineficiencia.
Y los que se fueron, y sus voceros, todos esperanzados de que ahora sí, ahora sí seguirán las protestas, que este será el principio del fin, que ya basta.
Yo no tengo esperanzas. Ya hemos vivido muchas coyunturas como estas. Si no salen a las calles cuando no tienen cómo alimentar a sus hijos, atender a sus enfermos, visitar a un familiar o dormir con un ventilador funcionando, no van a derrocar a una Junta que les quitó solo un derecho más. Solo uno.
No los culpo tampoco, que conste. Si salen a las calles, afuera los espera “el pueblo uniformado”, los cuerpos represivos de los Panzones, para a base de palos molerles sus cuerpos y echarlos a sus mazmorras.
Los respetan tan poco, nos respetan tan poco, que ahora Etecsa lanzó una promoción de recarga internacional por el Día de los Padres. Ah, pero solo podrían acceder a internet entre la medianoche y las siete de la mañana.
Conectados de madrugada, que no duerman. La internet diurna es solo para los Barrigones y sus acólitos.
Son las consecuencias de que no exista libre competencia, de implantar el socialismo. Son las consecuencias de dejar que nos quitaran la libertad.
Les repito: no tengo esperanzas de que este incidente sea el inicio del fin de esta larga noche de seis décadas.
Ojalá pronto tenga que reconocer que me equivoco. Pero estoy seguro, lamentablemente, de que al final Etecsa, es decir, los Barrigones, nos vuelven a ganar.
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