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Antes del arribo de Melissa, ya los Panzones tenían el territorio y a sus habitantes, que mal lo habitan, en condiciones paupérrimas. Lo mantenían, y más aún ahora, en la miseria. Un día sí y otro también les recuerdo que los cubanos viven con hambre, entre basuras, con mosquitos portadores de virus nocivos, sin agua potable, sin medicinas, sin hospitales, sin transporte público, sin combustible para cocinar los alimentos que no existen.
Crisis humanitaria, que hoy es catástrofe humanitaria.
Los Barrigones, con sus ridículos pero impecables trajes verde olivo, se la pasan hablando de planes, pidiendo “confianza” y “paciencia”, y muchas muchas donaciones a todo el mundo, que luego venden en sus tiendas.
Ah, y si se les dona dinero, de ese sí nunca se sabrá su destino; esté usted seguro de que no será usado para aliviar a los afectados.
Hoy hay muchos pueblos incomunicados por vía terrestre; es decir, no tienen carreteras que lleguen hasta ellos. Se las llevó la fuerza de las aguas de Melissa. No tendrán electricidad, ni agua potable, ni comida, ni reconstrucción de sus casas, pues ya centros de trabajo casi no quedan. No los atenderán en meses, o en años.
Están solos, abandonados, desamparados. Lo estarán por mucho tiempo.
Ayer les conté que, cuando el Orate asumió él mismo la dirección de las tareas de reconstrucción tras el ciclón Flora —peor que Melissa—, su ejército estaba abastecido por los soviéticos con camiones, bulldozers y helicópteros.
Los Barrigones no tienen nada de eso. Y tampoco vergüenza, y miren que el Orate tenía poca.
Si los gringos fueran inteligentes —y hablo como ciudadano de esta gran nación, en la que ya llevo más de la mitad de mi vida—, lo único que tendrían que hacer sería desviar dos barcos de la flotilla con la que tienen cagando diarreas a medio Miraflores en Caracas, y sobrevolar el oriente cubano lanzando pallets de agua y latas de comida. Y de medicinas, si se puede.
Foto: CBC
Como se hizo en Gaza y nadie protestó.
Recuerdo, en 1991, siendo todavía un “culicagao”, que decía que si los “americanos” sobrevolaran el Malecón habanero bombardeando —no con bombas, con hamburguesas y Coca-Cola—, el Orate se tendría que regresar a Birán, o a Galicia. Se caería por sí solo.
Si los gringos fueran inteligentes, invadirían, de manera humanitaria, la isla infectada de virus y, con las armas enfundadas, empezarían a repartir comida, agua y medicinas al primero que se encuentren. Ya lo han hecho antes en otros Estados fallidos.
Con agua, comida y medicinas terminarían con sesenta y seis años de destrucción y represión. Dejarían de tener una isla parasitaria a solo noventa millas de sus costas.
Eso si los gringos fueran inteligentes, y quizá lo son, pero no les interesa.
Ayer les dije del clavo y el martillo. Quizás los gringos nos ayuden; lo más probable es que no.
Cubano, el último clavo del ataúd de la Junta Militar de Barrigones que te tiene como estás lo tienes en tu mano. Y el martillo también.
Quizás, así, los gringos se interesen, o se vuelvan inteligentes.



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