miércoles, 24 de septiembre de 2025

Uniendo los puntos

 

Foto: InSight Crime

¿Se acuerda usted, cuando éramos niños —al menos los de mi generación—, de aquel juego donde uníamos los puntos con un lápiz y aparecía una jirafa o un caracol? A mí me gustaba mucho, y lo recordé porque hoy, esta madrugada, uní en mi mente muchos puntos y llegué a una conclusión.

Los puntos que uní están en México, país que llevo en mi corazón. Desde el año 2018, en que ganó las elecciones, bien ganadas, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), supe que el destino de esa bella nación no apuntaba a un buen rumbo.

Pero, la verdad, pensé que lo peor que podría pasarle era una erosión de la democracia y la instauración de una autocracia. Que eso ya pasó. El pasado 1º de septiembre de 2025, México dejó de ser un país democrático con separación de poderes y se convirtió, oficialmente —pues de facto ya lo era—, en una autocracia.

Al día de hoy, no el partido Morena, que es más una alianza de intereses variopintos, sino AMLO o quién sabe qué grupo, controlan los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, antes independientes. Al menos oficialmente así lo eran, y, en verdad, así actuaban antes de la llegada del necio tabasqueño.

Este individuo, que llegó a la presidencia prometiendo que iba a regresar a los militares, que combatían a los cárteles del narcotráfico, a los cuarteles, hizo todo lo contrario. No solo los dejó en las calles, los puso al frente de las más importantes obras públicas, les dio el control de las aduanas, de los puertos, de los aeropuertos. Hasta una aerolínea y un tren tienen.

Militares y dinero, mucho dinero. Ya saben qué ocurrió. Lo que hasta antes de la llegada de AMLO eran instituciones respetadas, marciales, impolutas, hoy se descubre que, al menos una parte de ellas, se convirtieron en un nuevo cártel del crimen organizado.

Mire usted. Durante los seis años de su gobierno, el señor AMLO implementó una política de "abrazos, no balazos" con las conocidas organizaciones delictuosas que se reparten y compiten por el territorio mexicano, aunque ya también son internacionales.

Él buscaba una especie de “pax narca”: que no se mataran entre ellos y así los muertos no aparecieran en los periódicos. Eso de llenar de drogas a los gringos es algo que AMLO comparte en tradición con el Orador Orate, los venezolanos y Petro y sus narcoguerrilleros. Joden a los imperialistas a base de drogas, al mismo tiempo que se hinchan de sus dólares. Negocio redondo.

Y los abrazos fueron por parte del Estado, mientras que los balazos siguieron por parte de los narcos. Pero esto es solo un punto de los que esta mañana me puse a unir.

Y es que han ido saliendo noticias —todavía queda algo de libertad de expresión en México—, que han sacado a la luz que el secretario de Gobernación de AMLO, el segundo al mando, pues, también de apellido López, tenía de secretario de Seguridad al jefe de un cártel llamado La Barredora.

Foto: Mexicanos Contra la Corrupción

A este López, AMLO, que se dice su hermano, lo ascendió de gobernador de Tabasco a secretario de Gobernación, y luego se lo dejó a la actual presidenta, enquistado en el Congreso como presidente de la bancada mayoritaria en el Senado. Este era el jefe del jefe de un cártel del crimen organizado.

Crimen organizado desde el Estado, si usted, como yo, une los puntos. Resulta que durante esos seis años, los militares construyeron obras faraónicas mientras sus mandos, los hijos de AMLO, sus amigos y quién sabe cuántos más, se hinchaban de dinero.

En el Tren Maya usaban balastro de segunda comprado a los Barrigones de la cautiva; en la refinería de Dos Bocas, que costó el triple de lo planeado, lo poco que se refinaba era convertido en huachicol, como le llaman allá al combustible ilegal, al que corre por debajo de las cuentas del Estado.

Gracias al zanahorio de Trump y a su Rubio secretario, la carismática presidenta Claudia ha tenido que, con la punta de sus arregladas uñas, meter mano en el asunto. Y sin profundizar mucho, se ha descubierto que, durante los seis años de AMLO, miembros de la Armada y Marina de México importaban supertanqueros completos de combustible ilegal. Millones de litros.

Para lograr importar y distribuir por ese extenso país millones de litros de combustible, tienen que operar coordinadamente la Marina a cargo de los puertos, la Secretaría de Energía y Pemex, las aduanas, la Guardia Nacional a cargo de la seguridad interna, el Ejército con los retenes que tiene, las policías estatales y municipales, además del sector privado que consume esos combustibles.

Hasta la Comisión Federal de Electricidad, a cargo de Manuel Bartlett, buscado por la justicia norteamericana, consumió diésel ilegal.

Hasta sobraba combustible. Tanto que con los sobrantes se han mantenido abasteciendo a la Junta de Barrigones que desgobierna la isla cautiva que antes se llamaba Cuba. Los Panzones son tan ineptos que, aun con petróleo robado, no pueden echar a andar sus oxidadas termoeléctricas y mantienen a los cubanos a oscuras. Pero ese es otro tema.

Los miles de millones de pesos de utilidad se lavaban en instituciones bancarias afines. Millones de pesos con los que sobornaban a medio México, con los que ganaron elecciones, apoyados por los cárteles tradicionales, agradecidos por los abrazos.

Ah, se me olvidaba. Ya van varios posibles testigos, cabos sueltos, que han sido asesinados, ejecutados al más puro estilo de la mafia.

Señores, uniendo los puntos se descubre que no era solo una autocracia lo que buscaba el padrino de La Chingada —así se llama el rancho donde se esconde—. Lo que hizo este señor, que llegó prometiendo acabar con la corrupción, fue iniciar la transformación —recuerden que autotituló a su gobierno como Cuarta Transformación— del Estado mexicano en un supercártel. En una variada empresa criminal.

Foto: CiberCuba

Ya unimos los puntos, ya se ve lo que es. El problema es que la oposición mexicana está entretenida comiéndose los mocos. El mexicano promedio está concentrado en subsistir y el rato que tiene libre lo pasa viendo TikTok o Instagram. El poder judicial está al servicio del Gobierno que está al frente de ese megacártel.

Veremos qué pasa, al menos sabemos que ese bello país, que llevo en mi corazón, está en manos de criminales. Trump lo sabe, Rubio lo sabe, Claudia Sheinbaum lo sabe. Usted y yo lo sabemos, pero usted y yo no podemos hacer nada. Bueno, sí, contarlo.


Si no me quiere leer, veáme, pero es peor.

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