En Estados Unidos, todavía un emigrante —o un exiliado, como en mi caso— puede alcanzar ese mito real que se conoce como “el sueño americano”. De eso se ha tratado la construcción de esta gran nación: de millones de emigrantes y exiliados que encontramos en ella un capitalismo abierto donde verter nuestro trabajo y creatividad, respaldados por sólidas instituciones democráticas.
Para los que nacimos en otro país y llegamos como primera generación a forjar una nueva vida es un poco más difícil avanzar que lo que lo será para nuestros hijos y nietos nacidos aquí. Difícil, pero no imposible.
Nos han precedido muchas generaciones que atravesaron épocas de bonanza, crisis económicas, desastres climáticos, guerras civiles, guerras mundiales, racismo y descontento social generalizado.
A pesar de todo eso —y quizás gracias a todo eso—, Estados Unidos sigue siendo hoy el faro democrático y el pináculo de la innovación mundial. Con altas y bajas lo ha sido, y lo es, gracias al capitalismo y a sus instituciones.
También gracias a su rechazo al socialismo y al comunismo.
Un rechazo que, hasta nuestros días, sigue siendo mayoritario, aunque ya se percibe su erosión de forma palpable. Los comunistas y sus acólitos, si algo tienen, es paciencia.
He estado alejado de la academia durante veintiocho años, la mitad de mi vida, pero sigo teniendo amigos en universidades e instituciones académicas. No hablamos casi nunca de política, pero percibo en ellos una condescendencia hacia el socialismo, incluso hacia la dictadura de los Barrigones.
“Es que el bloqueo…”. Siempre sale la frasecita.
De más está decir que ninguno, ni por amistad, ha comprado Se acabó... Kriptonita pura.
Y esto del sueño americano me vino a la mente porque la semana pasada, llena de buenas noticias en el campo Trump, un emigrante ugandés, homosexual y musulmán chií —el ala de Irán— fue nominado como candidato del Partido Demócrata para las elecciones de alcalde de la ciudad de Nueva York en 2025.
Les confieso que a mí no me importa en absoluto que el sujeto haya nacido en Uganda, que sea homosexual o musulmán, dos condiciones que solo en un país libre como Estados Unidos pueden coincidir en una misma persona sin que te ahorque un ayatolá.
Mi problema con Zohran Mamdani —así se llama el chico— es que es socialista, pertenece a los Socialistas Democráticos de América. Socialismo y democracia son términos tan antagónicos como homosexual y musulmán.
Y si bien Mamdani no puede ir a Irán con su joven esposo, Rama Duwaji, sí nos quiere imponer aquí en Estados Unidos el socialismo “democrático”. Como todos los socialistas antes de tomar el poder, su programa suena al paraíso.
Autobuses gratis en las ciudades, “tiendas del pueblo” (esto lo hizo el Orate en Cuba), guarderías públicas, rentas congeladas (lo aplicó el Orate también), viviendas asequibles para el “pueblo”, salario mínimo de treinta dólares por hora para 2030, reforma de la seguridad pública quitándole autoridad a la policía, incremento de los impuestos a los más ricos, etcétera, etcétera.
Léanse Se acabó.... Es el mismo credo político de este muchacho, graduado de la academia norteamericana.
De lo que dice del Estado de Israel ni les cuento.
Como pudo haber sucedido en Chile en 1973, y ocurrió en Venezuela desde 1998 y ahora en México a partir de 2018, esta gente, cuando llega al poder, nunca lo suelta hasta que arruina a sus naciones.
Es posible que Zohran pierda esta elección; el problema es que vendrán muchos más como él. Y algunos sí las ganarán.
Les digo: si algo tienen los comunistas, es paciencia.
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