Hoy se cumplen ochenta y un años de que se produjera el desembarco más grande y trascendental de la historia moderna. El 6 de junio de 1944, alrededor de 133 000 jóvenes aceptaron sacrificar sus respectivos futuros para liberar a Europa occidental de las malignas garras del nazismo hitleriano.
Fue un esfuerzo multinacional, ejecutado por Estados Unidos, Gran Bretaña, países de su imperio y fuerzas libres de los países ocupados por el fascismo. Diez mil trescientos murieron y muchos otros resultaron heridos. Desembarcaron apoyados, material y moralmente, por todo el mundo libre.
Ese día marcó el principio del fin de la noche fascista. Hoy aquellos valientes son recordados con honor. Sus tumbas siguen allí, cerca de las playas donde dieron su vida por la libertad de la civilización. Cada 6 de junio, el mundo libre honra a esa gran generación que participó en el D-Day.
Los cubanos tenemos nuestro Día D también. En mucha menor escala en lo material, pero llevado a cabo con la misma valentía y entrega que su antecesor europeo. Sucedió el 17 de abril de 1961.
Esa madrugada, poco más de un millar de cubanos libres desembarcaron en la costa sur de su isla cautiva. A diferencia de los chicos de Normandía, que recorrieron en pocas horas el corto trayecto a su objetivo, los cubanos tuvieron que navegar casi cinco días hacinados a bordo de viejos buques mercantes.
Si en Normandía los nazis los esperaban, en Bahía de Cochinos los expedicionarios desembarcaron sin ser molestados. Tomaron por sorpresa a su enemigo: el ejército y las milicias del Orador Orate.
El éxito les duró poco. La maltrecha aviación castrista, piloteada por otros aguerridos, fue el primer síntoma de una operación mal planeada. Traicionada.
Avanzaron bastante, hasta que se quedaron sin apoyo. Una fuerza expedicionaria sin retaguardia está condenada a muerte. Pronto el Orate se percató de que no tenía nada que temer y, sostenido en su popularidad de entonces y en los miles de toneladas de armamento que recién le habían donado los soviéticos, arremetió contra los brigadistas.
John F. Kennedy, por cobardía e intereses políticos, se negó a proveerles el apoyo prometido.* Quedaron abandonados, como los polacos de la resistencia cuando Stalin, en agosto de 1944, decidió no entrar a la Varsovia que habían tomado y esperó a que las SS asesinaran a más de ciento ochenta mil civiles.
Uno por cobarde, el otro por asesino y racista. Ciento ochenta mil polacos. Ya sabemos que a los rusos les gusta todo en grande.
El 19 de abril, cuando todo estaba decidido a su favor, el Orate se apareció en el campo de operaciones. Hasta jugó con uno de sus nuevos cañones de 100 mm, bombardeando un barco encallado. Un fotógrafo tan talentoso como oportunista inmortalizó una foto del barbudo mientras, divertido, se bajaba de un tanque.
Un centenar de expedicionarios murió. Más de un millar fueron capturados. Algunos murieron después a manos del hermano de Camilo.
Hoy, mientras el mundo solo recuerda su fracaso, los cubanos libres honremos y respetemos a los miembros de la Brigada 2506. A los que nacimos en Cuba nos adoctrinaron para creer que eran “mercenarios”. Los que abrimos los ojos y el corazón sabemos que fueron cubanos íntegros. La valentía y el amor a Cuba los unía en su heterogeneidad.
Que no se nos olvide: aquella derrota no fue de la valiente brigada. La derrotada en las arenas de Girón fue la libertad de Cuba.
* Le venía de familia, su padre también quería hacer la paz con Hitler.
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