Ahora que el Estado de Israel voló en pedazos una cruda ojiva nuclear que los ayatolás iraníes estaban a punto de terminar, recordé que en la isla cautiva, antes de yo nacer, otro barbudo desequilibrado intentó hacer lo mismo contra Estados Unidos. Lástima que no fue contra Israel, la historia sería otra.
El Orador Orate siempre fue un sujeto narcisista, que se creyó un hombre de Estado de talla mundial. Y en convertir ese complejo en una creencia mundial tuvo un éxito rotundo. También fue un gran miedoso.
Era como esos matones que fanfarronean cuando están en público, pero que si los sorprendes solos en un callejón empiezan a sudar y te dicen con voz sumisa que no era su intención molestarte.
Desde 1959, el público que lo apoyaba y respaldaba tenía dirección postal en Moscú, y, detrás de ese escudo, el Orate pasaba sus días desgañitándose contra su vecino de enfrente, el que vivía en Washington D. C. y al que le tenía más miedo que al mismo Belcebú. Al cabo, diablo con diablo se entienden.
En ese miedo constante, que disimulaba con sus bravatas, llegó a convencer a los rusos para que instalaran cohetes nucleares de medio alcance en su isla cautiva. Sí, el mismo que luego, durante décadas, se la pasó predicando sobre lo peligrosas que son esas destructivas armas.
Los soviéticos, nada perezosos en temas de armas, le llenaron la isla de huecos, silos y bases de lanzamiento. Felices de poner en aprietos a un joven presidente norteamericano. El mismo Kennedy que un año antes había abandonado en las playas cubanas a la Brigada 2506. El Orate pensó que le tenía tomada la medida.
Y no, no se la tenía. Los sorprendieron, les rodearon la isla con portaaviones, destructores, fragatas, submarinos, de todo. Ahí sí se la bloquearon.
Miedoso como siempre, viendo que se le podía acabar su aún corta fiesta, le pidió al bonachón pero peligroso premier soviético que apretara el botoncito rojo y lanzara el primer ataque contra su enemigo. Que iniciara el armagedón nuclear, solo eso.
Miren el miedo en escritura:
"Le digo esto, porque creo que la agresividad de los imperialistas se hace sumamente peligrosa y si ellos llegan a realizar un hecho tan brutal y violador de la ley y la moral universal, como invadir a Cuba, ese sería el momento de eliminar para siempre semejante peligro, en acto de la más legítima defensa, por dura y terrible que fuese la solución, porque no habría otra".
Fidel Castro, 26 de octubre de 1962
Jruschev, que sería de todo menos suicida, corrió a pactar con el joven Kennedy y sacó de Cuba toda la cohetería y su parafernalia. El Orate se lo creería, pero no era un líder mundial. Era un loco. Por eso se enteró de que se iban sus cohetes cuando ya los rusos los estaban empacando.
Así y todo, después de la rabieta correspondiente, continuó lamiendo las botas de Moscú mientras ladraba al vecino del norte. Petróleo y protección militar valían más que su cacareada dignidad.
Ah, y también continuó haciéndole creer a mundo y medio que él era un líder mundial, pacifista, además. Lo peor es que se lo creyeron.
Lástima que no fue contra Israel, la historia sería otra.
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