El Orador Orate se pasó la mitad de su destructora vida hablando de dignidad.
“Hay que sembrar dignidad, porque los pueblos pequeños, los pueblos pequeños como el nuestro, solo pueden sobrevivir y marchar adelante con mucha dignidad".
El problema es que no solo no sembró dignidad, tampoco sembró caña de azúcar, ni arroz, ni frijoles, ni maíz, ni zanahorias. Eso sí, sembró mucha cizaña, maldad y división.
Y no solo en sus discursos, sino también en el adoctrinamiento político que insertó en nuestra educación. Que si antes de que él nos liberara de la libertad, Cuba era el prostíbulo de América, traspatio del imperialismo, sumisa a su intervencionismo.
Y quizás tenía algo de razón, poquita. Sin embargo, en aquella Cuba había dignidad por todos lados, la portaban desde los comunistas del PSP hasta los apaciguadores de la SAR.
En la Cuba que nos implantó desde enero de 1959 ha habido de todo, menos dignidad. Desde finales de 1961, nos llenó la isla de tropas soviéticas, una ocupación no oficial con la que calmaba su miedo a los americanos.
Un año después recibió feliz la instalación de armas nucleares y, peor aún, las quiso usar aunque eso significara la muerte de millones de personas y la desaparición de su propio país.
Después puso a decenas de miles de cubanos a disposición de los soviéticos para ser utilizados como carne de cañón en las guerras en las que aquellos no querían intervenir directamente. Una marioneta jugando con la vida de sus peones.
Cuando se le secó la teta soviética y, en lo que encontraba otro tonto que financiara a sus parásitos, convirtió a Cuba en un verdadero prostíbulo adonde llegaron a saciarse los despreciables de muchos países.
Ahora, mientras descansa pacíficamente dentro de un pedrusco, la Junta de Barrigones que tiene a la isla sumida en la miseria, indignamente arropa a todo lo que en el mundo actual representa el mal.
Volvieron a reinstalar la base de Lourdes, cerca de La Habana. Una base de espionaje rusa al sur de La Habana. También dejaron que China instalara una similar en Bejucal.
Hace poco, en junio de 2024, llegó al puerto habanero una flota de guerra rusa que incluía una fragata, un submarino nuclear y otros barcos de guerra. A pesar de que, en 2014, la Junta de Barrigones, junto a otros útiles y tontos gobiernos de la región, declararon en La Habana al Caribe como “zona de paz”.
Los corderos en La Habana les ofrecieron una efusiva bienvenida.
Paz, con cohetes rusos. Con la misma Z de las masacres en Ucrania.
Y hace unos días, el 7 de junio, recibieron en ese mismo puerto al buque Almirante Vladímirski, de “investigación oceanográfica”. Eufemismo con el que llaman a ese nefasto barco espía ruso, especializado en cortar cables submarinos de comunicación.*
Les he dicho muchas veces: son un fracaso para producir y ofrecer una vida digna a sus vasallos, pero para lo que es la maldad no tienen competencia.
Endeudaron al país durante décadas, hoy suplican por limosnas y, por ello, permiten que usen su territorio a mansalva los enemigos de la libertad.
Su presumida dignidad no es mas que una deshonra.
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