Hace unos días, los B-2 de la U. S. Air Force, escoltados por cazabombarderos, campearon a sus anchas por los cielos de la República Islámica de Irán. Sobre el territorio de una teocracia que lleva treinta años matando norteamericanos, argentinos, israelíes, árabes y muchos más inocentes. Además de reprimir a sus propios ciudadanos.
Irán es una nación poderosa, que, además de ser una de las cunas de nuestra civilización, tiene grandes recursos naturales y un poderío militar que ha sido capaz de sostenerse a pesar de todas las sanciones que les ha aplicado esa misma civilización occidental. Rusia, China, Venezuela, Nicaragua, Cuba y ahora México no integran ese gran grupo respetuoso de la libertad y siguen colaborando con estos intransigentes islamistas.
Trump, y Estados Unidos, luego de la avanzada de los valientes israelíes, demostraron la superioridad de sus fuerzas armadas y de su determinación para hacer del mundo un lugar más seguro. No crean la mayor parte de la desinformación con la que ahora mismo televisoras y publicaciones nos están bombardeando. Después de la madrugada del 21 de junio de 2025, el mundo es un lugar más seguro.
Más seguro, a no ser que a Putin le dé por regalar alguna de sus viejas ojivas soviéticas. Ahí sí nos jodimos. Ojivas nucleares en manos de un loco sería un cataclismo global. Esperemos que Vladimir sea igual de sensato que Nikita.
Por mucho que las huestes del mal, de la izquierda que ya no es izquierda, los antilibertad, antidemocracia, anticapitalismo y los de siempre griten en contra de esta operación que limpió por un buen tiempo la capacidad de estos fanáticos de llenarnos la atmósfera de radiación, debemos recordar que cuando acciones similares han sido ejecutadas por sus favoritos, todos, todos, se han quedado callados o han salido a vitorearlas.
Los demócratas del Congreso en Washington D. C. vuelven a pedir un impeachment contra Trump por la acción de guerra contra Irán. Algo que solo el Congreso puede aprobar, pero cuando Barack Obama ordenó bombardear Libia en marzo de 2011, todos aplaudieron. Lo mismo hizo en 2013 con Siria, todos callados entonces.
Que Israel y Estados Unidos hayan barrido el piso con los belicosos ayatolás persas demuestra cuán débiles son esas dictaduras. Si Irán, que tiene petróleo, gas, minerales, especias, lo que sea, un país fuerte, con un gran ejército, fanático, en cuestión de dos semanas perdió su capacidad defensiva, imaginemos el castillo de naipes que es el ejército de la isla cautiva, el de la Junta de los Barrigones.
El Orador Orate siempre disfrutó mandar a sus tropas a otros países, a generar conflictos o a aprovecharse de ellos. Dedicaré toda una serie de posts a ese Cesarito del Caribe. Lo hizo porque tenía el apoyo material y logístico de ese otro castillo de naipes, mucho más grande, que se llamó Unión Soviética.
Las "misiones internacionalistas", en las que murieron miles de cubanos y decenas de miles de infelices en los países bendecidos por la atención del Orate barbudo, siempre se efectuaron en lugares donde él se sabía en ventaja.
Tropas cubanas cambiaron el destino de Etiopía, Somalia, Mozambique, Angola, Cabo Verde, Namibia, Sudáfrica, Nicaragua y otros tantos países. Siempre para mal, vean su situación actual.
Intervinieron en Vietnam, Argelia, Libia, Irak, Israel y otros muchos conflictos, de manera secundaria, pero allí estuvieron haciendo de peones del Cesarito verde olivo.
Luego cambiaron de táctica y se metieron en Chile, Panamá, Venezuela y aún siguen como parásitos en decenas de otros países. Pregúntenle a México dentro de un año, verán la pudrición que el cáncer cubano siempre produce.
Pero a pesar de toda esa bravata de "internacionalismo proletario", cada vez que Estados Unidos les presentó cara, perdieron y salieron huyendo como ratas en naufragio. El caso más emblemático fue el de Granada.
El Orate pensaba que era dueño de esa pequeña isla caribeña, hasta que hartó al actor y entonces presidente norteamericano, Ronald Reagan, quien mandó a sus marines y en cuestión de horas tomaron prisioneros a cientos de cubanos y sacaron de esa pequeña nación las sucias uñas del dictador cubano.
Se rindieron al primer cañonazo.
En la televisión de la isla cautiva un ceremonioso locutor anunció que "los últimos cubanos que combatían se envolvieron en la bandera cubana y murieron en nombre de la Patria". Algo así, yo era un niño, pero recuerdo que lloré.
¿Murieron? En pocas semanas regresaron a La Habana, cargando bolsas de "pacotilla", gordos, felices. "Comandante en jefe, misión cumplida", dijo el jefe de la misión. Era el coronel Tortoló.
Los cubanos en la calle de inmediato sacaron el chiste, el meme de la época: "Si quieres correr veloz, compra tenis Tortoló".
Lo mismo había sucedido décadas atrás en el Congo, cuando el argentino Guevara fue con humos de conquistador y tuvo que ser rescatado después de huir por varias semanas. El Orate enseguida lo mandó a su destino final en Bolivia. Lo cuento en Se acabó...
Y todo este rollo se los traigo porque hoy los Panzones principales se visten de verde olivo, como el Orate, pero más ridículos. Gritan, amenazan, hacen ejercicios militares con unos soldaditos flacos, mal comidos, mal vestidos, mal armados.
Veo al gran Irán teocrático, de rodillas, pero aún peligroso, y miro a estos Panzones inútiles, débiles, cobardes, pero igual de peligrosos, no con las armas, sino con la ponzoña del socialismo.
Por supuesto, también apoyan a Irán en contra de la "agresión imperialista", "los brutales bombardeos" que ponen en riesgo la paz mundial. Llaman, asustados, a la "unión de las fuerzas progresistas". Las fuerzas del mal.
En Irán, si disientes de la rígida línea oficial, los teócratas te encierran o te matan, pero no matan de hambre, o tienen sin electricidad ni medicinas a sus millones de habitantes.
En Cuba, si disientes del credo de los cleptómanos de la Junta de los Panzones, te matan o te encierran, pero, a diferencia de los persas, ya te tenían muerto de hambre, sin agua, sin luz, sin medicinas y, además, sin dignidad en medio de montañas de basura y edificios en ruinas.
Si tan solo hubiera voluntad política... Trump, mira un poquito más al sur. Por favor.
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