sábado, 29 de noviembre de 2025

M1KI, el beato cagadiablos

 

Foto: Carlos Ramírez

 

Hoy sábado 29 de noviembre de 2025. 

M1KI cree en la virgen, más no en la ley. 

Miky, o como se llame, estacionó su auto sobre el paso peatonal entre la Ermita de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y el simbólico Malecón que los cubanos construimos frente al mar que colinda con ella.

 

Foto: Carlos Ramírez
 

Mientras su esperpento de vehículo impedía el paso a las personas en sillas de ruedas, él estaba dentro de la ermita, participando en la misa. 

In God We Trust, dice su placa. La humanidad, Dios mío. 


Foto: Carlos Ramírez
 

Otro más que dice creer, pero que actúa sin caridad cristiana. Otro hipócrita más.

viernes, 28 de noviembre de 2025

El hambre, el virus y la "cosa"... la "jodienda"

 

Foto: Periódico Cubano
 
 

El miércoles pasado, mientras me ponía al día de lo que sucede en el mundo y en mi sufrida isla, o lo que queda de ella, me topé con uno de esos videos, que mostraba algo inconcebible para un cubano de mi generación.

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Vi, e imagino que muchos de ustedes también, las imágenes de un cubano muerto. No murió en un accidente de tránsito, o le cayó la casa arriba, o combatiendo en Ucrania, o ahogado al lado de su ripiada balsa. Murió sentado, en la calle, se sentó a descansar y ahí mismo su alma abandonó su demacrado cuerpo.

Del carajo, vean en el párrafo anterior de cuántas maneras han muerto miles de cubanos por causas evitables. Evitables si desde hace sesenta y seis años no nos hubiera caído la plaga totalitaria que hoy ha llevado a sus habitantes a esta insalvable —de seguir el desgobierno que los oprime— catástrofe humanitaria.

Un cubano muerto en la calle, sentado, con los ojos abiertos. Los de mi generación recordamos aquellas historias de miedo que nos decían que en los países capitalistas la gente se caía y moría en las calles mientras que el resto de los transeúntes los ignoraban.

Los millones que pudimos escapar del manicomio totalitario sabemos que era un engaño. Pero también, hasta hace poco, pensábamos que eso nunca sucedería en la Cuba de la “resistencia creativa”.

Cuando piensas que ya han llegado al extremo más bajo de la miseria, nos llega un video como este. Es uno tras otro, tan seguido que ya no debería sorprendernos. Y me sorprenden, me espantan.

Les he dicho hasta el cansancio que los cautivos habitantes de la isla de Cuba están solos, abandonados, desamparados. Les repito y repito que para la Junta Militar de Barrigones que los desgobierna casi que son un estorbo.

Ellos los desprecian, no les importan. Y no lo digo yo, lo dicen ellos mismos. Ya no les repito lo del abandono de millones de personas en el oriente cubano después de la devastación de Melissa. Ahí siguen abandonados, sin ayuda y sin esperanza alguna de reconstruir, o de al menos regresar a la miseria en que vivían antes del ciclón.

Solos, abandonados.

Y les digo, no lo digo yo, lo dicen ellos, los Panzones. No lo dicen con palabras, sino con hechos. ¿Por qué digo esto?

Mientras millones languidecen en oriente y en toda la isla, el Panzón número 1 inauguró la Feria de La Habana, o algo así. La feria de los jineteros Barrigones. Mendigando dólares a lo peor del capital mundial. Al rastrojo.

 

Foto: Cubadebate 

El desprecio hacia sus gobernados es para Díaz-Canel un acto de “resiliencia”, una muestra de esa “resistencia creativa” y toda esa palabrería con la que intenta persuadir a los tontos que asisten a esos actos.

Ellos son como una araña esperando que sus víctimas, como insectos, caigan en su pegajosa red.

Ofrecen garantías a los posibles inversionistas, y en cuanto un tonto invierte, al poco tiempo, o le impiden sacar sus utilidades, o le decomisan el negocito, o simplemente lo meten a la cárcel. Hay ejemplos de cada uno de estos casos.

Mientras mantienen a Cuba miserable, los Barrigones seducen a los tontos para que inviertan sus capitales en ese Estado fallido. El sobrino nieto de Raúl Castro, ahora vicepresidente o algo así, les promete seguridad jurídica y combustibles. Les promete de todo; al cabo, que prometer no cuesta.

Se arrodillan por inversiones, por dólares. Y si se leyó mi libro Se acabó la diversión —si no lo ha hecho, váyase a Amazon y cómprelo— sabrá que antes de 1959, en aquella Cuba de la que el Orador Orate “liberó” a la generación de mis padres, no hacía falta hacer ferias para recibir inversiones.

En aquella Cuba, tan maligna según ellos, el peso cubano tenía el mismo valor que el dólar. No hacían falta dólares, pues había pesos: eran lo mismo. Y también había decenas de miles de empresas, propiedad de cubanos, también de extranjeros, que daban empleo a decenas de miles de cubanos.

Pero el Orate se las confiscó, prometiendo administrarlas mejor. Y arruinó a todo un país. Le cercenó el futuro por más de siete décadas. Antes de que los cubanos le entregaran su destino no hacían falta ferias de La Habana: Cuba recibía inversiones, nacionales y extranjeras, como algo natural, sin necesidad de “resistencia creativa”.

Solo era necesaria la creatividad.

Hoy, estos ineptos Panzones tienen que mendigar lo que antes muchos cubanos tenían, lo que antes a muchos otros cubanos —que aunque no tenían— les era alcanzable con trabajo, disposición y creatividad.

Pero el Orate y su régimen les quitaron esa posibilidad. Les prometieron hacerse cargo de ellos y, como es lógico, fracasaron. Hoy, para sus obesos herederos, esos cubanos no son más que un estorbo.

El que murió sentado no murió sentado en una de esas cómodas sillas de piel blanca en la que se sientan estos inútiles a debatir el próximo plan que, de seguro, fracasará. Este cubano, abandonado, murió sentado en la esquina de una rudimentaria base que sostiene a un rudimentario tanque de asbesto-cemento que sirve como acueducto en la “resistencia creativa”.

Dice quien hizo el video que “se murió, del virus, de la cosa, de la jodienda”. Yo digo que también de hambre, viendo el estado físico de este desdichado.

La “cosa”, la “jodienda”, es eso que llaman Revolución, la que les robó el futuro a los cubanos y les asesina el presente.

Ellos, esos Barrigones ineptos, son la jodienda, y también son la causa de esa hambre, de esos virus, de ese colapso.

Un cubano murió sentado en una céntrica calle de lo que queda de La Habana. Es un símbolo del fracaso. Murió sentado en un tanque de agua que sustituye a un acueducto. Murió sin los dólares que sus gobernantes jinetean en una feria.

Murió vistiendo una sucia camiseta con la imagen de Guevara, el asesino, el fracasado. Un símbolo doloroso, pero perfecto.

Al menos murió tocándose los huevos, como se ve en el video. Es lo que yo hago cuando me cago en la madre de esos Panzones ineptos e inhumanos.

miércoles, 26 de noviembre de 2025

Miss Pemex

 

Foto: Dallas Morning News 

El lunes conversábamos sobre la corrupción tradicional de los políticos latinoamericanos. Hablábamos de los 480 millones de dólares que alcanzó a amasar Cristina Fernández de Kirchner en propiedades, y eso es solo lo que le pudieron descubrir. Apuesto a que la bandida tiene mucho más.

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Veíamos al patán de Nicolás Maduro calzando unas zapatillas que se venden al precio de mil dólares y al hijo de Andrés Manuel López Obrador volando en un jet ejecutivo a Tokio para inaugurar una casa para renta en el Airbnb de los millonarios.

Todo pagado con dinero público, dinero robado.

Y uno piensa, bueno, así ha sido siempre, y qué bueno que a unos la justicia les alcanza y qué malo que a otros los proteja. Pero qué bueno que todavía queda algo de libertad de prensa y, al menos, podamos descubrirlos, desenmascararlos, exponerlos y denunciarlos.

Pero cuando uno piensa que llegó al límite, la realidad da un paso más hacia lo inconcebible. El nivel de desvergüenza aumenta, casi hasta el absurdo. Los políticos, en su burbuja de corrupción, llegan a pensar que son inmunes a las reglas de convivencia de la sociedad, que son inmunes a las leyes y, lo que es peor, al sentido común.

Y les digo esto hoy porque se ha descubierto que un papá le compró el premio de Miss Universo a su hija. Por mí no está nada mal comprarle algo a una hija, yo también lo haría. Empezaría por Miss Kendall, pues no creo que me alcance para pagarle ni el Miss Miami.

Pero uno hace lo que puede.

El tema es que este papá no lo compró con su dinero. El problema es que este padre no lo hizo públicamente, el problema es que usó dinero público, y lo hizo escondido, en lo oscuro. Corrupción a otro nivel, tanto por la frivolidad como por la banalidad.

A mí, la verdad, desde la primera vez que escuché lo de Miss Universo, siendo niño, nunca me importó mucho el tema. Máxime por aquellas chicas —estereotipo de este tipo de certamen— que a lo que les preguntaban respondían con eso de “la paz mundial” y el “amor por la naturaleza”. Bobadas de concurso.

Pero ahora sí me llamó la atención, pues el premio —o como le digan— de Miss Universo, en este 2025, se lo dieron a una chica mexicana. “¡Qué bien!”, me dije cuando escuché la noticia la primera vez. Ya saben que traigo a México en mi corazón.

La miss Universo de 2025 es una chica mexicana. Merecidamente le llegaron felicitaciones de todos lados. De la presidenta Claudia Sheinbaum, de aquí, de allá, hasta de Pemex. ¿Pemex? Una empresa petrolera está al tanto del concurso de Miss Universo. “Qué jodido está el mundo”, pensé.

Y es que en el México actual algo positivo siempre trae colgando algo negativo cuando uno se aparta de la narrativa oficial. Ya sabe: te dicen que la cifra de asesinados por los cárteles ha disminuido y, cuando revisas bien a los muertos, que no han disminuido, el Gobierno los ha convertido en desaparecidos.

Que si la inversión extranjera aumenta, cuando los capitales huyen o se esconden.
Que si hay protestas y movilizaciones en la calle pidiendo seguridad y democracia, y el Gobierno dice que son promovidas por la ultraderecha internacional y no por gente que se cansó de que les secuestren a sus hijos o se los conviertan en sicarios.

Ellos, los del Gobierno de la señora Sheinbaum, que llegaron a ser gobierno a base de manifestaciones callejeras y bloqueos de ciudades. Bueno, y, al parecer, de acuerdos con el narco.

Pero volvamos al Miss Universo y a la corrupción llevada al absurdo. Resulta que el presidente del concurso, Raúl Rocha Cantú, un mexicano, tiene varias empresas en su país, lo cual, les digo, me parece muy bien. Empresas relacionadas con el sector de hidrocarburos. Empresas al parecer exitosas.

En 2023 recibieron contratos por ciento siete millones de dólares. Yo, cuando logro un contrato de un millón, me siento el rey del mundo; imagínese ciento siete millones. Con razón, el señor Rocha tiene tiempo y dinero para dedicarse a la frivolidad del concurso de Miss Universo.

Los millonarios contratos los hizo con Petróleos Mexicanos (Pemex), la paraestatal mexicana que es la empresa petrolera más endeudada del mundo y, probablemente, de las más corruptas. Una empresa que, en vez de aportarle recursos a los mexicanos, se los quita a través de billonarios subsidios que exprimen del presupuesto nacional.

Los exprime porque, como toda empresa que pertenezca al Estado, es inherentemente ineficiente. Y porque, como toda empresa del Estado, es inherentemente corrupta.

¿Y qué tiene todo esto que ver con el concurso de Miss Universo? Con la miss Universo mexicana.

Bueno: que Raúl Rocha —el presidente del concurso— es mexicano y es dueño de las empresas que ganan millonarios contratos de Pemex.

Que la ganadora del concurso de Miss Universo es una chica mexicana llamada Fátima Bosch.

Que el papá de Fátima es mexicano, se llama Bernardo Bosch, y es un alto funcionario de Pemex que “casualmente” le otorgó los contratos millonarios al presidente del concurso de Miss Universo.

 

Foto: X.com 
 

Unan los puntos y les va a llegar el tufo repugnante de la corrupción. Un papá mexicano le dio contratos al presidente de un concurso que le dio el premio a la hija del papá que le da contratos.

Ellos son mexicanos todos; como buenos mexicanos, negarán todo. Pero los hechos ahí están.

Para escribirles esto recorrí las noticias sobre el tema. Vi a la chica mexicana, a Fátima, la hija de Bernardo. Está guapa, pero así que usted diga miss Universo, no lo creo, aunque yo no soy juez. Ah, pero junto a Fátima concursó una negrona bella; esa sí que para el tráfico..., y no ganó. No era mexicana, era de Costa de Marfil.

 

Foto: X.com 
 

Les repito: a mí lo del Miss Universo me importa un comino. Lo que sí me jode es la corrupción. La corrupción y la hipocresía.

Pobre Fátima, la verdad. Ella es solo una jovencita, en una etapa bella de su vida. Uno de los momentos más felices de su existencia, ahora manchado eternamente por la suciedad de la maldita corrupción.

Recibe mis más sinceras felicitaciones, miss Pemex.