Foto: Periódico Cubano
El miércoles pasado, mientras me
ponía al día de lo que sucede en el mundo y en mi sufrida isla, o lo que queda
de ella, me topé con uno de esos videos, que mostraba algo inconcebible para un
cubano de mi generación.
📺 Si no me quiere leer,
véame, pero es peor. → Ver el video aquí
Vi, e imagino que muchos de
ustedes también, las imágenes de un cubano muerto. No murió en un accidente de
tránsito, o le cayó la casa arriba, o combatiendo en Ucrania, o ahogado al lado
de su ripiada balsa. Murió sentado, en la calle, se sentó a descansar y ahí
mismo su alma abandonó su demacrado cuerpo.
Del carajo, vean en el párrafo
anterior de cuántas maneras han muerto miles de cubanos por causas evitables.
Evitables si desde hace sesenta y seis años no nos hubiera caído la plaga
totalitaria que hoy ha llevado a sus habitantes a esta insalvable —de seguir el
desgobierno que los oprime— catástrofe humanitaria.
Un cubano muerto en la calle,
sentado, con los ojos abiertos. Los de mi generación recordamos aquellas
historias de miedo que nos decían que en los países capitalistas la gente se
caía y moría en las calles mientras que el resto de los transeúntes los ignoraban.
Los millones que pudimos escapar
del manicomio totalitario sabemos que era un engaño. Pero también, hasta hace
poco, pensábamos que eso nunca sucedería en la Cuba de la “resistencia
creativa”.
Cuando piensas que ya han llegado
al extremo más bajo de la miseria, nos llega un video como este. Es uno tras
otro, tan seguido que ya no debería sorprendernos. Y me sorprenden, me
espantan.
Les he dicho hasta el cansancio
que los cautivos habitantes de la isla de Cuba están solos, abandonados,
desamparados. Les repito y repito que para la Junta Militar de Barrigones que
los desgobierna casi que son un estorbo.
Ellos los desprecian, no les
importan. Y no lo digo yo, lo dicen ellos mismos. Ya no les repito lo del
abandono de millones de personas en el oriente cubano después de la devastación
de Melissa. Ahí siguen abandonados, sin ayuda y sin esperanza alguna de
reconstruir, o de al menos regresar a la miseria en que vivían antes del
ciclón.
Solos, abandonados.
Y les digo, no lo digo yo, lo
dicen ellos, los Panzones. No lo dicen con palabras, sino con hechos. ¿Por qué
digo esto?
Mientras millones languidecen en
oriente y en toda la isla, el Panzón número 1 inauguró la Feria de La Habana, o
algo así. La feria de los jineteros Barrigones. Mendigando dólares a lo peor
del capital mundial. Al rastrojo.
Foto: Cubadebate
El desprecio hacia sus gobernados
es para Díaz-Canel un acto de “resiliencia”, una muestra de esa “resistencia
creativa” y toda esa palabrería con la que intenta persuadir a los tontos que
asisten a esos actos.
Ellos son como una araña
esperando que sus víctimas, como insectos, caigan en su pegajosa red.
Ofrecen garantías a los posibles
inversionistas, y en cuanto un tonto invierte, al poco tiempo, o le impiden
sacar sus utilidades, o le decomisan el negocito, o simplemente lo meten a la
cárcel. Hay ejemplos de cada uno de estos casos.
Mientras mantienen a Cuba
miserable, los Barrigones seducen a los tontos para que inviertan sus capitales
en ese Estado fallido. El sobrino nieto de Raúl Castro, ahora vicepresidente o
algo así, les promete seguridad jurídica y combustibles. Les promete de todo;
al cabo, que prometer no cuesta.
Se arrodillan por inversiones,
por dólares. Y si se leyó mi libro Se acabó la diversión —si no lo ha
hecho, váyase a Amazon y cómprelo— sabrá que antes de 1959, en aquella Cuba de
la que el Orador Orate “liberó” a la generación de mis padres, no hacía falta
hacer ferias para recibir inversiones.
En aquella Cuba, tan maligna
según ellos, el peso cubano tenía el mismo valor que el dólar. No hacían falta
dólares, pues había pesos: eran lo mismo. Y también había decenas de miles de
empresas, propiedad de cubanos, también de extranjeros, que daban empleo a
decenas de miles de cubanos.
Pero el Orate se las confiscó,
prometiendo administrarlas mejor. Y arruinó a todo un país. Le cercenó el
futuro por más de siete décadas. Antes de que los cubanos le entregaran su
destino no hacían falta ferias de La Habana: Cuba recibía inversiones, nacionales
y extranjeras, como algo natural, sin necesidad de “resistencia creativa”.
Solo era necesaria la
creatividad.
Hoy, estos ineptos Panzones
tienen que mendigar lo que antes muchos cubanos tenían, lo que antes a muchos
otros cubanos —que aunque no tenían— les era alcanzable con trabajo,
disposición y creatividad.
Pero el Orate y su régimen les
quitaron esa posibilidad. Les prometieron hacerse cargo de ellos y, como es
lógico, fracasaron. Hoy, para sus obesos herederos, esos cubanos no son más que
un estorbo.
El que murió sentado no murió
sentado en una de esas cómodas sillas de piel blanca en la que se sientan estos
inútiles a debatir el próximo plan que, de seguro, fracasará. Este cubano,
abandonado, murió sentado en la esquina de una rudimentaria base que sostiene a
un rudimentario tanque de asbesto-cemento que sirve como acueducto en la
“resistencia creativa”.
Dice quien hizo el video que “se
murió, del virus, de la cosa, de la jodienda”. Yo digo que también de hambre,
viendo el estado físico de este desdichado.
La “cosa”, la “jodienda”, es eso
que llaman Revolución, la que les robó el futuro a los cubanos y les asesina el
presente.
Ellos, esos Barrigones ineptos,
son la jodienda, y también son la causa de esa hambre, de esos virus, de ese
colapso.
Un cubano murió sentado en una
céntrica calle de lo que queda de La Habana. Es un símbolo del fracaso. Murió
sentado en un tanque de agua que sustituye a un acueducto. Murió sin los
dólares que sus gobernantes jinetean en una feria.
Murió vistiendo una sucia
camiseta con la imagen de Guevara, el asesino, el fracasado. Un símbolo
doloroso, pero perfecto.
Al menos murió tocándose los
huevos, como se ve en el video. Es lo que yo hago cuando me cago en la madre de
esos Panzones ineptos e inhumanos.