miércoles, 26 de noviembre de 2025

Miss Pemex

 

Foto: Dallas Morning News 

El lunes conversábamos sobre la corrupción tradicional de los políticos latinoamericanos. Hablábamos de los 480 millones de dólares que alcanzó a amasar Cristina Fernández de Kirchner en propiedades, y eso es solo lo que le pudieron descubrir. Apuesto a que la bandida tiene mucho más.

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Veíamos al patán de Nicolás Maduro calzando unas zapatillas que se venden al precio de mil dólares y al hijo de Andrés Manuel López Obrador volando en un jet ejecutivo a Tokio para inaugurar una casa para renta en el Airbnb de los millonarios.

Todo pagado con dinero público, dinero robado.

Y uno piensa, bueno, así ha sido siempre, y qué bueno que a unos la justicia les alcanza y qué malo que a otros los proteja. Pero qué bueno que todavía queda algo de libertad de prensa y, al menos, podamos descubrirlos, desenmascararlos, exponerlos y denunciarlos.

Pero cuando uno piensa que llegó al límite, la realidad da un paso más hacia lo inconcebible. El nivel de desvergüenza aumenta, casi hasta el absurdo. Los políticos, en su burbuja de corrupción, llegan a pensar que son inmunes a las reglas de convivencia de la sociedad, que son inmunes a las leyes y, lo que es peor, al sentido común.

Y les digo esto hoy porque se ha descubierto que un papá le compró el premio de Miss Universo a su hija. Por mí no está nada mal comprarle algo a una hija, yo también lo haría. Empezaría por Miss Kendall, pues no creo que me alcance para pagarle ni el Miss Miami.

Pero uno hace lo que puede.

El tema es que este papá no lo compró con su dinero. El problema es que este padre no lo hizo públicamente, el problema es que usó dinero público, y lo hizo escondido, en lo oscuro. Corrupción a otro nivel, tanto por la frivolidad como por la banalidad.

A mí, la verdad, desde la primera vez que escuché lo de Miss Universo, siendo niño, nunca me importó mucho el tema. Máxime por aquellas chicas —estereotipo de este tipo de certamen— que a lo que les preguntaban respondían con eso de “la paz mundial” y el “amor por la naturaleza”. Bobadas de concurso.

Pero ahora sí me llamó la atención, pues el premio —o como le digan— de Miss Universo, en este 2025, se lo dieron a una chica mexicana. “¡Qué bien!”, me dije cuando escuché la noticia la primera vez. Ya saben que traigo a México en mi corazón.

La miss Universo de 2025 es una chica mexicana. Merecidamente le llegaron felicitaciones de todos lados. De la presidenta Claudia Sheinbaum, de aquí, de allá, hasta de Pemex. ¿Pemex? Una empresa petrolera está al tanto del concurso de Miss Universo. “Qué jodido está el mundo”, pensé.

Y es que en el México actual algo positivo siempre trae colgando algo negativo cuando uno se aparta de la narrativa oficial. Ya sabe: te dicen que la cifra de asesinados por los cárteles ha disminuido y, cuando revisas bien a los muertos, que no han disminuido, el Gobierno los ha convertido en desaparecidos.

Que si la inversión extranjera aumenta, cuando los capitales huyen o se esconden.
Que si hay protestas y movilizaciones en la calle pidiendo seguridad y democracia, y el Gobierno dice que son promovidas por la ultraderecha internacional y no por gente que se cansó de que les secuestren a sus hijos o se los conviertan en sicarios.

Ellos, los del Gobierno de la señora Sheinbaum, que llegaron a ser gobierno a base de manifestaciones callejeras y bloqueos de ciudades. Bueno, y, al parecer, de acuerdos con el narco.

Pero volvamos al Miss Universo y a la corrupción llevada al absurdo. Resulta que el presidente del concurso, Raúl Rocha Cantú, un mexicano, tiene varias empresas en su país, lo cual, les digo, me parece muy bien. Empresas relacionadas con el sector de hidrocarburos. Empresas al parecer exitosas.

En 2023 recibieron contratos por ciento siete millones de dólares. Yo, cuando logro un contrato de un millón, me siento el rey del mundo; imagínese ciento siete millones. Con razón, el señor Rocha tiene tiempo y dinero para dedicarse a la frivolidad del concurso de Miss Universo.

Los millonarios contratos los hizo con Petróleos Mexicanos (Pemex), la paraestatal mexicana que es la empresa petrolera más endeudada del mundo y, probablemente, de las más corruptas. Una empresa que, en vez de aportarle recursos a los mexicanos, se los quita a través de billonarios subsidios que exprimen del presupuesto nacional.

Los exprime porque, como toda empresa que pertenezca al Estado, es inherentemente ineficiente. Y porque, como toda empresa del Estado, es inherentemente corrupta.

¿Y qué tiene todo esto que ver con el concurso de Miss Universo? Con la miss Universo mexicana.

Bueno: que Raúl Rocha —el presidente del concurso— es mexicano y es dueño de las empresas que ganan millonarios contratos de Pemex.

Que la ganadora del concurso de Miss Universo es una chica mexicana llamada Fátima Bosch.

Que el papá de Fátima es mexicano, se llama Bernardo Bosch, y es un alto funcionario de Pemex que “casualmente” le otorgó los contratos millonarios al presidente del concurso de Miss Universo.

 

Foto: X.com 
 

Unan los puntos y les va a llegar el tufo repugnante de la corrupción. Un papá mexicano le dio contratos al presidente de un concurso que le dio el premio a la hija del papá que le da contratos.

Ellos son mexicanos todos; como buenos mexicanos, negarán todo. Pero los hechos ahí están.

Para escribirles esto recorrí las noticias sobre el tema. Vi a la chica mexicana, a Fátima, la hija de Bernardo. Está guapa, pero así que usted diga miss Universo, no lo creo, aunque yo no soy juez. Ah, pero junto a Fátima concursó una negrona bella; esa sí que para el tráfico..., y no ganó. No era mexicana, era de Costa de Marfil.

 

Foto: X.com 
 

Les repito: a mí lo del Miss Universo me importa un comino. Lo que sí me jode es la corrupción. La corrupción y la hipocresía.

Pobre Fátima, la verdad. Ella es solo una jovencita, en una etapa bella de su vida. Uno de los momentos más felices de su existencia, ahora manchado eternamente por la suciedad de la maldita corrupción.

Recibe mis más sinceras felicitaciones, miss Pemex.

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