domingo, 19 de octubre de 2025

No a los reyes, pero sí a los dictadores

Foto: ABC News 
 

Ustedes saben que a mí Donald J. Trump, como persona, me cae como una patada en las campanas. Como presidente, a pesar de algunos excesos, creo que lo está haciendo muy bien.

 📺 Si no me quiere leer, véame, pero es peor. → Ver el video aquí

La administración —es un decir— Biden fue un desastre. Lo de la frontera abierta y los millones de inmigrantes sin verificación fue un fenómeno del que todavía no sabemos sus consecuencias, aunque sí su magnitud.

Lo del adoctrinamiento en las escuelas y universidades, la imposición de los temas de sexualidad desde las escuelas primarias hasta los puestos de trabajo, hombres biológicos compitiendo con chicas en los deportes, la imposición también de la cultura woke, la satanización del capitalismo y, lo que es peor, la de Estados Unidos como bastión de libertad y democracia, es todo parte de una ofensiva ideológica contra los valores tradicionales de esta sociedad.

La ofensiva no solo ha sido larga, sino efectiva. Ha logrado dividir a este país en dos bandos bien definidos. El Partido Demócrata ha sido cooptado por los radicales que representan este movimiento, secta o como usted quiera llamarlo.

Y, como siempre les digo, a una acción hay una reacción.

Mientras más se estiró la liga hacia la llamada izquierda, la reacción del resto de la sociedad ha sido la equivalente en sentido contrario. He ahí la causa de que Trump esté sentado en la Oficina Oval.

Y no está sentado tocándose las pelotas, que a su edad bien podría estarlo haciendo. No, el sujeto es imparable. Ha emitido centenares de órdenes ejecutivas cancelando cientos de políticas impuestas por su antecesor. Políticas de esas llamadas “inclusivas” que no eran más que imposiciones y obstáculos al normal desenvolvimiento del país.

La frontera abierta durante cuatro años ha traído la reacción de las redadas del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE). Con un país lleno de personas que entraron sin revisión, la agencia solo está haciendo su trabajo. Un trabajo doloroso en términos humanos, pero obligado en términos legales.

La imposición de esa ofensiva ideológica en muchas ciudades como Washington D.C., Chicago, Portland o Memphis, con administraciones demócratas, ha traído por consecuencia una degradación de la ley y el orden que las ha convertido en verdaderos basureros y tierra santa para la delincuencia. La reacción de la administración Trump ha sido enviar a la Guardia Nacional a restaurar la ley y el orden en esas calles que son parte del país que él preside.

Durante los cuatro años de su primera administración y los cuatro de la Biden, a Donald Trump le encasquetaron no sé cuántas investigaciones en su contra. Todas han sido probadas como injustificadas y el individuo, ahora en el poder, ha respondido en consecuencia. De ahí los procesos contra James Comey, antiguo director del FBI; contra Letitia James, antigua fiscal general de Nueva York; contra el periódico The New York Times por difamación; y contra Mazzanini, el torero que se le meta en el camino.

Y, por supuesto, la contraofensiva desplegada por Trump y aplaudida por la mitad del país no le ha gustado a la facción más radical de la otra mitad. Los ha ofendido; ya ven que se ofenden de todo. Ayer sábado hubo más de dos mil manifestaciones bajo el lema No Kings (No a los reyes). Dicen que organizadas con dinero de George Soros, un viejo que aparece en todas las conspiraciones contra la libertad.

Sea Soros o sea quien sea quien las organice, lo hace muy bien, para nuestro mal. Las protestas están muy bien organizadas y disciplinadas en crear el caos y la violencia. Se refieren a Trump como un rey, que no lo es ni lo será nunca.

Les ofende un presidente elegido en las urnas que se rige por un código de leyes aprobadas en un marco jurídico democrático. Son los mismos a los que les ofende que el Estado de Israel se defienda de los terroristas.

Son los mismos que se envuelven en los trapitos palestinos, los que nunca dirán nada para denunciar a Hamás o a los dictadores que oprimen a muchos países. Son los que quieren que su hija compita en la escuela con un atleta del sexo opuesto y comparta el baño con una “chica” con un pene colgando.

Está bien que protesten, este es un país libre. Si lo hacen con violencia, que los manden a la cárcel. Allí compartirán el baño —y algo más— con sus anfitriones.

Trump se irá al retiro en enero de 2028. Ya veremos contra quién o qué protestarán entonces, pues, esté usted seguro, seguirán protestando contra cualquier cosa, excepto contra las verdaderas dictaduras.

Foto: People´s World

Marionetas de una mano oscura, o de muchas. Quién sabe.

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