Mi hermano Iván se está leyendo Se acabó... y me manda el siguiente comentario:
"Soberbio el libro, hermano, apasionante y didáctico. Hasta donde he leído, una auténtica fiesta. Por cierto, hay una acotación al margen, de alguien que visitó en los años sesenta el Museo de la Revolución, que, viendo las fotos de Fidel, Camilo y Guevara, al vuelo captaba que había sido un proceso entre jóvenes guapos y una clase militar y política anquilosada, corrupta y barrigona. Sesenta y seis años después sucede lo mismo con los actuales gobernantes: retrógrados, soberbios y ladrones incapaces de administrar los servicios públicos de una nación. Una casta política que nunca sonríe. La historia, además de apasionante, es cíclica".
Se refiere a una cita que inserté en el capítulo 2 del libro. Se la comparto aquí, aunque deberían comprarlo y leerlo ustedes mismos:
"Visite el Museo de la Revolución en el centro de La Habana, y dos cosas sobre las fotos expuestas en el museo capturarán su atención. Primero, está claro que la batalla para el control de Cuba a finales de los 1950 fue finalmente ganada por los tipos guapos. Jóvenes, con barbas y con una belleza áspera, los combatientes rebeldes del M-26-7 de Fidel Castro lucen como estrellas de rock modernas: Fidel, alto e imponente en uniforme; Camilo Cienfuegos, sonriendo bajo su sombrero de cowboy de ala ancha; Ernesto 'Che' Guevara, radiantemente fotogénico con su boina negra. En contraste, el dictador Fulgencio Batista y sus secuaces, apoyados por Estados Unidos, lucen gordos, calvos e incuestionablemente corruptos en sus regordetas corbatas, axilas sudadas y sus barrigas prominentes. Aun sin leer los créditos, es fácil discernir los héroes de los villanos".
Lo escribió Rolf Potts, un escritor viajero norteamericano, un vagabundo, como él mismo se define. En 2009 visitó la isla cautiva.
Y es verdad lo que dice Potts. El Orador Orate, Camilo Cienfuegos y el asesino argentino eran tipos apuestos, modernos; parecían hippies antes de que surgieran los hippies. Hippies sanguinarios, lamentablemente.
Y lo moderno y apuesto resaltaba aún más si los comparamos, como sin dudas lo hicieron los cubanos en 1959, con el aindiado Batista o con los obesos Salas Cañizares o Carratalá. Hasta los nombres inducen al rechazo.
Tan apuestos eran que el Orate, envidioso siempre, se deshizo de Camilo antes del fin de su primer año como mandamás de la cautiva. Lo desapareció, literalmente.
Del argentino se hartó tiempo después. Luego de que le ayudara a destrozar la economía —antes próspera— y de que se diera gusto fusilando cubanos libres, lo mandó primero al Congo, a ver si allí quedaba.
El gaucho huyó, no perseguido por los congoleses, sino por un mercenario blanco: Mike Hoare, un personaje real, pero de leyenda. Después lo mandó a Bolivia, según que a hacer la revolución. Lo mandó a que lo cazaran. Y lo cazaron: atrapado por un cubano libre y ejecutado por un joven sargento boliviano.
A su hermano Raúl, la china, no lo mató por leal y lambiscón. Y por feo.
Tiene razón mi hermano, igual. La historia se repite. Ahora como tragedia.
La Junta de Barrigones que desgobierna la cautiva está integrada por lo que dice su nombre: por una sarta de panzones que contrastan con los escuálidos cuerpos de sus desgobernados.
Sesenta y seis años para que la isla esté bajo el mando de unos repugnantes rechonchos mofletudos. La diferencia está en que, a diferencia del poco atractivo Batista, los ineptos de la Junta están ahogando en la miseria a toda una nación.
A diferencia de Batista, estos Panzones mantienen en la cárcel y muriendo a miles de cubanos libres, por el solo delito de pedir libertad.
Gracias, Iván, por señalar lo que a todos nos duele.
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