sábado, 5 de julio de 2025

El cesarito del Caribe: abuso naval

 


Les conté el otro día sobre la Operación Pico que el cesarito del Caribe, nuestro conocido Orador Orate, ejecutó en contra de la hermana nación dominicana. Por esos años, el sujeto vivía sus mejores tiempos: tenía ejércitos en África, consolidaba su control sobre Nicaragua y se aprestaba a meter sus largas uñas (esto es literal, ya les contaré otro día) en la isla de Granada.

Se sentía el César del Caribe.

Como les he dicho, sus barcos pesqueros merodeaban por toda esa cuenca. Pescaban, sí, pero también espiaban a los países vecinos, infiltraban guerrilleros y armas, o rescataban heridos y espías descubiertos. Al fin y al cabo, él se sentía dueño de esos mares.

Desafiar a Estados Unidos era el toque final a su megalomanía. Desafiarlos era fácil, puesto que el presidente de turno era un noble y decente cacahuatero de Georgia. El Orate le hizo de todo y, muchos años después, como Balaguer, Jimmy Carter lo visitó y lo abrazó.

Entonces, el 10 de mayo de 1980, mientras más de cien mil cubanos escapaban de Cuba por el puerto del Mariel, la Real Fuerza de Defensa de Bahamas (RBDF), creada apenas seis semanas antes, atrapó en sus aguas territoriales a dos de esos barcos pesqueros cubanos, el FC-154 y el FC-165.

 

 

Esta vez sí estaban pescando, aunque ilegalmente en territorio soberano de otro país. Los cubanos intentaron huir, pero el guardacostas Flamingo de la RBDF les disparó salvas de advertencia, hasta que se detuvieron.

Los bahameños abordaron los barcos y encontraron 1361 kilogramos de pescado, langostas, cobos y cangrejos. Decidieron, como habían hecho los dominicanos tres años antes, llevarlos a puerto.

Los barcos pesqueros tenían una excelente comunicación con el mando central de la isla cautiva y no pasó ni una hora cuando el Orate ya estaba informado de los hechos. Al igual que en Dominicana, entró en uno de sus ataques de cólera.

Según Rafael del Pino, jefe del escuadrón que amenazó a Santo Domingo en 1977, el Orate gritaba: “¡Quiero ese barco hundido ahora mismo! ¡Que sepan esos lacayos del imperialismo en el Caribe que conmigo no se juega!”. Aconsejado sobre las repercusiones internacionales que ese ataque generaría, respondió con el mismo estado alterado y con su conocido racismo: “¡Cogemos a esos negros y les tapamos la boca con dinero hasta sus gargantas!”.

Los allí presentes, dice Del Pino, vieron ante ellos a un verdadero esquizofrénico.

Acto seguido ordenó que dos Mig-21 supersónicos despegaran y se dirigieran hacia Bahamas. Los pilotos eran el coronel Jorge Villardel González y el mayor Juan Colina Berazategui. En muy poco tiempo estaban sobre el Flamingo.

No crean que el guardacostas bahamés era un crucero superartillado, era una pequeña nave de treinta y cuatro metros de eslora. Unos cuantos pases de ametralladora y ya se hundía. Su capitán, el comandante Amos Rolle, ordenó a su tripulación y a ocho pescadores cubanos que abandonaran el barco.

Pudieron llegar a la costa unas cinco horas después, donde los esperaba un avión de transporte y un helicóptero de la Fuerza Aérea Revolucionaria. Fuerzas armadas del Orate ocupando territorio soberano de otro país.

Cuatro tripulantes del Flamingo se perdieron para siempre en el mar, a pesar de la intensa búsqueda por parte de barcos y helicópteros de las marinas de Estados Unidos y Gran Bretaña.

 


Se llamaban Fenrick Sturrup, Austin Smith, David Tucker y Edward Williams.

Y sí, el Orate les calló la boca con dinero. Con mucho dinero: 10 millones de dólares de entonces, equivalentes hoy a 39 millones en 2025.

También dijo que los pilotos habían actuado sin autorización. Él, que tanto hablaba en sus discursos, nunca mencionó este hecho.

Hoy, el Barrigón número 1 anda como indigente por todo el planeta pidiendo limosnas, “ayuda”, “cooperación”. Acaba de regresar de Bielorrusia, donde su compadre dictador prometió regalarle cincuenta tractores. También convenció al corrupto de Sánchez a perdonar parte de la abultada deuda cubana.

Al cabo que no es dinero de ninguno de los dos. Al cabo que el panzón cubano tampoco la iba a pagar.

 

Cómo cambian los tiempos: el Orate racista pagó 39 millones de dólares para acallar su crimen; su sucesor barrigudo tiene que mendigar por el mundo para seguir matando de hambre a sus cautivos en la isla.



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