jueves, 15 de mayo de 2025

The Cuban

 


"The Cuban" es el modo en que los cubanos libres llamamos al Museo Americano de la Diáspora Cubana. En algunos países, llaman "testigo" a esa llamita que siempre queda encendida en los calentadores y cocinas de gas, y que sirve para prenderlos cuando se necesita. The Cuban es nuestro testigo.

Yo, que por cuestiones de trabajo me paso más de la mitad del año en el asiento de un mugriento avión, no lo había visitado nunca. En parte no lo había hecho pensando que The Cuban era como esos atrezos que uno ve cada año en Cuba Nostalgia.

No, ese museo es una joya. Mi primera (y sé que no será la única) visita a The Cuban fue producto de una feliz coincidencia. Almorcé con un cliente en Mikonos, un delicioso restaurante griego ubicado justo cruzando la calle frente al museo de nuestro exilio. Yo no le llamo "diáspora", le llamo "exilio".

La otra feliz coincidencia fue la publicación de mi libro Se acabó... Era un compromiso personal llevarles un ejemplar, no por el ego de que me leyeran, sino por el deber de que los cubanos (tanto los que llevan años, o toda su vida acá, como  los que, inevitablemente, sigan llegando) conozcan el país del que son herederos.

Bueno, si es que heredan algo. Lo que queda hoy es una isla miserable, mórbida, mendiga, inhumana. Nada parecida a la que existía el 1 de enero de 1959 y, repito: entonces era un país con problemas, muchos, pero no más que el resto del orbe. Ahora, excepto en zonas de guerra, no creo que haya en el mundo país tan jodido como la Cuba actual.

The Cuban es un museo del primer mundo, inesperado. La exhibición que recorrí me hizo llorar. A mí, que acabo de escribir un libro sobre lo que allí se representa. Cada persona amante de la libertad, sea afín o no al socialismo, afín o no a la libertad individual, debería visitarlo. No hay lugar en Estados Unidos más gráfico para demostrar las verdades del totalitarismo. No lo hay.

Experiencia inmersiva, aunque nunca se podrá equiparar al sufrimiento de los allí representados, héroes. Sus reales protagonistas solo recibieron golpes, sudor, hambre, represión... Pero, gracias a The Cuban, esperemos que nunca reciban el olvido.

En este mayo de 2025, el condado de Miami-Dade estranguló los magros fondos con los que apoyaba esta hermosa y necesaria institución. Evidentemente, los democráticamente elegidos funcionarios (que son nuestros empleados en concepto, aunque no en funciones) no han experimentado el calvario de los que, con nuestros impuestos, pagamos sus abultados sueldos.

Quieren estrangular al museo que conserva la memoria histórica de más del sesenta por ciento de sus contribuyentes. A otro de sus donantes, el señor Carlos Vasallo, le han quitado la última televisora políticamente seria del sur de la Florida. ¿Coincidencias?

Mi visita a The Cuban fue muy agria y un poco dulce. Agria por lo que me recuerda, no tanto por el desdén de la señora a cargo, que me hizo sentir como aquel moco pegao de Mariela Castro Espín. Dulce porque es un pilar de la memoria de lo que esa nación ha vivido.

Mi primer contacto con el exilio fue en el invierno de 1992. En ese momento era fuerte y relativamente cohesionado. Hoy no lo es tanto. La Junta de Barrigones dueña de la isla no sabrá proveer de bienes materiales o dignidad a sus cautivos, pero es verdaderamente ingeniosa en su labor de zapa.

Ojalá no triunfen porque en lo que es perseverar sí son constantes.

Llevé mi libro, lo entregué a una secretaria y a un atento venezolano que, al parecer, funge como vigilante. Personas amables.

Apoyar a The Cuban es sustentar nuestro legado. Yo les legué un libro, y a ver qué más puedo juntar.

Que no se apague la llamita, el testigo.

 


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