Les he contado muchas veces cómo en mi oficina nos sentamos a mediodía a merendar y conversar. Es un ritual diario en el que participamos desde el CEO hasta la gente del almacén.
📺 Si no me quiere leer, véame, pero es peor. → Ver el video aquí
Y son estos últimos los que regularmente me abren la ventana hacia los temas cubanos de aquí en el sur de la Florida. No solo comparten historias personales, sino también videos relativos al tema. Muchos videos.
El miércoles pasado les contaba sobre las mulas al servicio de la dictadura barrigona. Les contaba de los amigos y socios de la cúpula de la Junta Militar de Barrigones que se establecen en Estados Unidos y crean empresas de paquetería para lucrar con la miseria de los cubanos de la isla, de los cautivos.
Y les decía que esas empresas tienen como clientes a los cientos de miles de compatriotas que entraron por la frontera durante el carnaval que fue la administración de Joe Biden. Cubanos que, con el dinero ganado aquí, envían todo tipo de cosas a la empobrecida isla.
Un negocio redondo para los amigos y socios de los Panzones.
Y ayer, en esas conversaciones del mediodía, hablaban ellos sobre los “pan con bistec”, término que recurrentemente escucho, pero para el que no tenía más definición que la de un pan con un bistec adentro.
Enseguida me recordaron ellos lo que significa un “pan con bistec”. Es un cubano, generalmente recién llegado, que tiene un comportamiento específico. Dicen ellos que hasta tienen un look específico.
Y para mostrarme un ejemplar me enseñaron un video: alguien le pregunta a un chico llamado Frank Ariel que cómo se sentía en Cuba. Este le respondió, con una cerveza Corona en la mano —otro rasgo típico de esta especie—, que “en Cuba uno se sentía bien”.
Nada mal, hasta ahí. Yo también me sentía bien en Cuba, hace treinta años.
El problema es que de inmediato Frank Ariel siguió diciendo que lo que gana aquí es para comprar “casa, propiedades, carro y prenda”. Prenda significa joyas, para el que no sepa. Yo tampoco sabía, pero ya me explicaron.
Casa, propiedades y carro es algo que yo mismo logré con mi trabajo. Muy bien por Frank Ariel. Lo de las prendas no es lo mío, pero cada quien hace con su dinero lo que le da la gana. Quién soy yo para juzgar gustos personales.
El problema es que Frank Ariel no va a invertir todo ese dinero en casas, propiedades, carro y prenda aquí. Como él mismo dijo, se está preparando para “mandar acciones para Cuba”.
La casa que va a comprar es en Cuba; el carro —imagino que lo comprará aquí— es para mandarlo a Cuba. La prenda es para ostentarla en Cuba.
Su interlocutor le dice que él es un I-220A, un estatus migratorio que poseen muchos de los llegados en esa última oleada. No es un estatus que le permita adquirir una residencia permanente en Estados Unidos de manera automática.
La persona con I-220A tiene que presentarse ante un juez de inmigración y probar que existe un “miedo creíble” de que, si regresa a Cuba, va a ser perseguido o reprimido.
Es decir, Frank Ariel entró a Estados Unidos y está en espera, imagino, de ser citado ante un juez donde deberá demostrar que es merecedor de un asilo político. De no lograrlo, lo deportarán.
Pero su plan de vida, en caso de lograr ese asilo político, es ganar dinero aquí para comprar casa, propiedades, carro y prenda, y regresar a Cuba, el mismo lugar del que juró ante un juez un “miedo creíble”.
¿Se dan cuenta?
Quizás por haber tantos Frank Ariel con casos de inmigración pendientes es por lo que Trump ha congelado todos los trámites. Para investigar los miles de fraudes de otros como este chico.
¿Qué tendrán en la cabeza?
Regresar a invertir en aquel manicomio es algo antagónico al sentido común.
Después de engañar al juez y lograr su residencia permanente, este chico pretende comprar una casa en Cuba, mandar también electrodomésticos, muebles, el carro. Y llevar sus prendas.
Todo esto es si lo logra, que lo tiene difícil. Pero incluso si lo logra, la casa o se le va a deteriorar por falta de mantenimiento, o se la decomisarán cuando los Panzones quieran.
Por las prendas le caerán a machetazos en una calle oscura, o entrarán a su casa a quitárselas.
Los electrodomésticos se pondrán viejos, o no funcionarán sin electricidad.
El auto se quedará sin piezas de repuesto, sin neumáticos o sin gasolina.
Ah, no, pero el plan de Frank Ariel, y al parecer el de muchos “pan con bistec”, no es quedarse siempre en la isla cárcel. Cuando necesiten piezas, cosas, ellos regresarán a Estados Unidos, a recargarse de dinero y regresar de vuelta a Cuba.
Así funciona la operación que la Junta Militar de Barrigones ejecutó durante la administración de Biden. Por un lado, los amigos y socios de la cúpula de la dictadura operando agencias de paquetería, viajes y pasaportes cubanos.
Por otro lado, centenares de cubanos como Frank Ariel, pretendiendo abastecerse de todo lo que esa misma dictadura les impide producir a los cubanos de la isla. Abastecerse para vivir allí, bajo esa dictadura destructora.
Hasta ahora el plan les ha funcionado de maravilla, excepto que se toparon con Trump. Al parecer, al viejo Donald no le gusta el pan con bistec.
¿Les digo algo? A mí tampoco.


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