lunes, 8 de diciembre de 2025

Los huesos de Otaola

 

Foto: Cubanos por el mundo 
 

Alexander Otaola es un empresario y youtuber bastante conocido entre la comunidad cubana, tanto en la isla como en el resto del mundo. Tengo la impresión de que el individuo es bastante polarizante y conflictivo. Lo veo en mi oficina y entre mi familia, unos a su favor, otros furibundamente en contra.

📺 Si no me quiere leer, véame, pero es peor. → Ver el video aquí

Quizás sea esa característica una de las claves de su éxito. Miren a Trump, ahí está otra vez de presidente.

Y les hablo de Alexander Otaola porque algún hijo de puta se robó los huesos de varios miembros de su familia. De su familia en Cuba, en Camagüey. Alguien se robó los huesos del osario.

Lo vi en un video que me envió el sábado pasado el boricua que trabaja en nuestro almacén. Es un puertorriqueño que parece más cubano que el resto de los que allí trabajamos.

En el video se ve a Otaola visiblemente encabronado —quién no lo estaría— porque la semana pasada, cuando fueron a enterrar a uno de sus tíos, se encontraron con que el osario familiar estaba vacío. Casi vacío: según el presentador, todavía estaban allí los de su padre.

En su encabronamiento, y como un efectivo opositor de la Junta Militar de Barrigones que desgobierna lo que queda de la isla de Cuba, Otaola acusó a los Panzones de ser autores de la profanación.

Conste que no lo dudo ni un poco. Los Barrigones, en su miseria moral, son capaces de cualquier cosa. En todo lo relacionado con la maldad no tienen competencia.

Pero hay otro ángulo, otra posibilidad sobre quién cometió tan inhumano acto. Es conocido que algunas de las religiones afrocubanas utilizan huesos humanos para sus rituales. Particularmente la regla de Palo, cuyos ngangas o prendas contienen, entre muchísimas más cosas, huesos humanos.

Y mientras más poderosa, inteligente o importante haya sido la persona portadora de esos huesos durante su vida, más poderoso y fuerte es ese caldero de hierro.

Esta costumbre bárbara —en mi opinión— no es una de las barbaridades que están aflorando en la isla de Cuba ahora que los Panzones también han privado a los cubanos de lo que quedaba de civilización. Se los conté el otro día cuando publiqué el post y el video sobre Gugulandia.

No, esta costumbre tiene más de un siglo. Y el robo de huesos ha ocurrido paralelamente a esa religión. Lo digo porque lo experimenté en primera persona. No con huesos de mi familia —que no somos tan importantes, ni tan conocidos como Otaola—, gracias a Dios.

A finales de la década de los 1980 tuve el privilegio de tener como profesor a Enrique Sosa. No solo el privilegio de que me enseñara tanto sobre Cuba, sobre su cultura y sus costumbres. Tuve el privilegio de ser su amigo. De visitar su apartamento, conversar, aprender.

Conservo los libros que atentamente me regaló. Me han acompañado durante estos treinta años de rodar como una piedra de río por el mundo. Sin embargo, el más importante de ellos, Los ñáñigos, dedicado por Enrique, desapareció un día de mi biblioteca.

En esas conversaciones, me contó cómo alguien se robó los huesos de Fernando Ortiz, un pilar de la cultura y la historia de Cuba. Fue de todo, y en todo fue excelente: desde antropólogo hasta economista y musicólogo.

Enrique Sosa me contó cómo, poco después de morir, se supo que su cadáver había desaparecido. No crea que Ortiz resucitó al tercer día. No: los paleros se llevaron sus restos. Enrique estaba seguro de que eso mismo iba a ocurrir con sus propios huesos. Incluso estaba resignado y hasta medio orgulloso: hasta después de muerto iba a servir para algo.

Ortiz murió en 1969, el año en que nací en aquella desdichada tierra. No lo conocí, por supuesto, pero conservo muchos de sus libros. No me robé sus huesos, pero sí muchos de los libros de su confiscada casa de 27 y L, a un costado de la universidad. Bueno, robar como decir robar no lo hice: más bien me fueron donados por la dulce bibliotecaria del sitio.

No me culpen.

Enrique Sosa murió en el año 2002, hacía ya siete años que yo había puesto pies en polvorosa escapando de la isla pavorosa. No sé nada sobre sus huesos, pero tampoco me preocupa: a él, ya les dije, hasta le atraía la idea.

 

Foto: Facebook

Así que es posible que los huesos de los familiares de Otaola se los hayan robado otros cubanos y no sea un acto de infame venganza por parte de los dictadores Barrigones.

Quienes quiera que hayan sido, si fueron unos paleros o si fueron los Panzones, son unos hijos de puta. Unos inhumanos, unos primitivos, reflejo del colapso que se vive en lo que queda de la isla.

Será polarizante Otaola, pero para mí todo el que se enfrente a los culpables de haber llevado a Cuba a este nivel de Estado fallido tiene todo mi apoyo.

Primitivos de mierda.

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