La historia del Titanic nunca me gustó. Desde niño, nunca me gustó. Recuerdo un libro de mi escuela primaria —más bien una página— donde había una ilustración de la popa del barco elevándose, aún con luces, sobre el océano que devoraba su proa.
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Nunca me gustó.
Tampoco me gustó la película. Es que la historia del Titanic no me gusta. No me gustan los naufragios.
La isla de Cuba es hoy un Titanic tropical, y no me gusta lo que está pasando. Increíblemente, es como una historia paralela a la del Titanic.
La isla de Cuba tiene una forma alargada, como un gran barco. Un barco que hoy se hunde. Lleva años hundiéndose por falta de mantenimiento y, aun sin moverse —por falta de combustible y por tener sus máquinas descompuestas—, los vientos la han llevado a la deriva hasta chocar con el iceberg Melissa, mal gobernada por una Junta Militar de Barrigones, por una junta de ineptos.
Su casco estaba tan oxidado que hoy todo el oriente, su proa, está bajo el agua. Hundiéndose.
En ese oriente cubano, la proa del Titanic tropical, se ahogan los pasajeros de tercera. Los que no tuvieron opción de subirse a uno de los pocos botes para escapar de la tragedia.
Allí están, desamparados ante su destino.
En el resto del barco, de la isla-barco, sobreviven otros muchos pasajeros de tercera. Aún incólumes ante la tragedia final, pero sentenciados al mismo destino.
El capitán, que es la cabeza visible de los dueños del barco —de la isla—, sigue en su puesto. Sus cómplices también. Están encadenados al destino del barco, de la isla. La dejaron derivar hacia su hundimiento final.
Pero los verdaderos dueños de la nave, de la isla, como en la historia del Titanic, se mantienen anónimos y a salvo. Pusieron a dedo a un capitán inepto, a una tripulación inepta. Pero ellos tienen su bote salvavidas particular.
A estas alturas son espectadores del hundimiento de su obra, y tienen capital suficiente para vivir cómodamente el resto de sus vidas, y quizás hasta para emprender la recuperación del barco, de la isla hundida. Pero eso no les interesa.
Por eso nunca me gustó la historia del Titanic. Los de abajo se hundieron, se ahogaron. Como los cubanos del oriente de la isla: se hunden, se ahogan y mueren. Abandonados, con hambre, sin electricidad, sin agua potable y sin asistencia médica.
Solos, como esos pasajeros de las entrañas del Titanic.
El resto de sus iguales aún no se percata del hundimiento por venir. Están igual de abandonados, con hambre, con cortes constantes de electricidad y con hospitales colapsados. No tienen transporte público ni servicios sociales.
Se creen a salvo porque aún no están en la situación de sus vecinos que estuvieron bajo el agua y ahora malviven en medio de la destrucción que dejó Melissa. Pero de que se hunden, se hunden.
La isla de Cuba hoy está en un callejón sin salida. La Junta Militar que la desgobierna no tiene forma posible de mantenerla a flote. No tiene ni capacidad, ni voluntad, ni recursos para al menos recuperarla de vuelta a la miseria en la que la tenía hace un año.
No la tiene. Como el Titanic, el daño ha sido irreversible. Solo queda esperar su hundimiento final y rogar por que se salven todos los que puedan.
El iceberg Melissa fue la estocada final a su casco; sus vientos derrumbaron ese castillo de naipes que se llamaba castrismo.
Mientras tanto, como en el Titanic, los músicos —sentados alrededor de su inútil Mesa Redonda— tocan las notas finales de lo que fue un proyecto fallido que hundió a toda una nación.

Hola Sr Sixto, hay alguna forma de conseguir su libro en formato digital? Vivo fuera de USA y no llega donde estoy. Gracias
ResponderEliminarHola Andrea, ya mis editores están trabajando en el ebook. Debe estar listo antes de fin de año. Puedes escribirme al correo info de mi canal de youtube, me dices donde vives, pues amazon imprime por todo el mundo.
ResponderEliminarPerfecto, muchas gracias! espero el ebook entonces!
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