El otro día, viendo las ridículas acciones de las cabezas visibles de la Junta Militar de Barrigones que desgobierna lo que queda de Cuba luego del paso del huracán Melissa, me quedé pensando qué clase de hijos de puta son. Y sí, lo son.
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Pero también me quedé pensando en que no conozco a nadie que pueda ser tan buen actor. No conozco a nadie que pueda ser tan, pero tan, hijo de puta como para actuar con tanta ineptitud y falta de empatía.
El Barrigón número 1 llegó al día siguiente a Santiago de Cuba. No llegó en un avión de carga lleno de suministros para paliar la emergencia —lleno de agua potable, alimentos y medicinas—, el mofletón se bajó de un jet ejecutivo, igual que esos por los que Greta se corta las venas cuando ve uno en el aire.
Como les dije días antes, se bajó del jet —¿cuánto habrá costado?— con rostro serio, bien peinado, la cara de imbécil de siempre, pero con su uniforme verde olivo impecable, aunque no le oculta el abultado vientre. En los hombros, unos grados inventados y en los pies unas botas lustradas.
Luego el puesto a dedo se fue al puesto de mando. A hablar mierda: que si esto se está haciendo en Holguín, esto en Bayamo y tal. No pudo faltar la caminadita por alguna calle, saludó a unos afectados previamente adoctrinados, y ya.
Los afectados hicieron su papel, y él también. No crean que les dio una botella de agua o un paquete de galletas. Nada de eso. Solo les dijo, con rostro serio, bien peinado y con la cara de imbécil de siempre, que tuvieran “confianza” en la gestión de su “Revolución”.
Ya con eso cumplió con el protocolo mediático. Luego se fue a la televisión nacional, que nadie ve, y no por lo mala que es, sino porque las televisiones necesitan electricidad para funcionar, y la electricidad se fue con Melissa.
Hablando de electricidad, allí en la televisión les “informó” a sus cautivos y a los afectados por el huracán que no van a tener electricidad en mucho tiempo. Y, cuando la haya, no va a haber para todos. Lo de siempre, pero ahora en versión extrema.
Y vuelvo a lo que me quedé pensando el otro día: en cómo alguien puede ser tan hijo de puta o tan buen actor. Y he llegado a la conclusión de que esas dos características son intrínsecas a ese Panzón, pero son fruto también del adoctrinamiento que ha tenido el sujeto desde que nació.
Adoctrinamiento que han —hemos— sufrido todos los cubanos que nacimos después de 1959. Los que no conocimos en persona la Cuba libre y próspera que cercenó el Orador Orate cuando la generación de mis padres le entregó su destino.
Desde 1960, el Orate convirtió la educación en Cuba en adoctrinamiento. Ya lo conté en Se acabó la diversión. Hasta hizo una famosa Campaña de Alfabetización que no solo adoctrinó a media Cuba, sino que también fue un censo de población; no en el sentido demográfico, sino político. Para saber quién lo apoyaba, a quién le daba igual y quién se le oponía.
Es por ello que este individuo, que hoy es la cabeza visible de esa Junta Militar, desde su nacimiento, en 1960, no recibió nunca una educación, sino que es el ejemplo vivo del adoctrinamiento. El tipo hace esas imbecilidades por convicción. No solo él: la mayoría de ellos.
Viven en un mundo paralelo. Un mundo irreal, en el que el sentido común, la ética y el emprendimiento productivo no existen. Se los extirparon a base de doctrina.
Para ellos nunca son responsables o culpables de la situación en la que han metido a Cuba. Todo es culpa de otros. Antier salió Bruno Parrilla a decir que el mercado ilegal de divisas es “un programa integral de desestabilización”.
¿Desestabilización? Si por culpa de ustedes ahí no hay nada estable. Partida de ineptos.
El Orate destrozó a Cuba porque le dio la gana, por cabrón, por hijo de puta. Él sabía el resultado de sus acciones. Vivió tres décadas en una Cuba exitosa, y siempre trajo dinero de su papá en el bolsillo.
No puedo negar que hay cosas que sí las hizo por convicción. Ahí nos jodió más, puesto que, como nunca tuvo un empleo productivo, cuando metió sus manotas en la economía, la desintegró.
Y esto del adoctrinamiento, lamentablemente, no es un rasgo solo de esa élite inepta y corrupta. Millones de cubanos también padecen el mal.
Lo he visto cuando esos que se encontraron con el Barrigón, que llevan días o semanas sin electricidad, o que se les derrumbó la casa y sus pocas pertenencias fueron arrastradas por la inundación, no le hicieron ni el más mínimo reclamo. Ni uno.
Es más, vi un caso extremo. Sucedió en algún lugar de la isla, de los no afectados por Melissa, aunque sí por la miseria impuesta, y evidentemente, por el adoctrinamiento.
Vi un video en que una maestra llenó de agua un sucio fregadero y le puso un avión de juguete adentro. En la pared, una foto del fotogénico Camilo Cienfuegos. Organizó a sus alumnos en una fila, cada uno con una flor en la mano, y mientras cantaba una canción inventada sobre un avión que explotó en el aire, cayó al mar y que por eso Camilo no tiene tumba, cada niño, adoctrinado, avanzaba hacia el fregadero y ponía la flor en el agua.
Es lo que ha quedado de una ridícula ceremonia impuesta por el Orate para celebrar la desaparición de Camilo Cienfuegos. Desaparecido en 1959 por el mismo Orate. Adoctrinamiento para los niños de parte de un Orate asesino.
Cuando yo era niño, cada 28 de octubre nos llevaban al mar a “tirarle flores a Camilo”. Luego, cuando ya el Orate no contaba con ayuda externa para mantener su circo, llevaban a los niños a cualquier fuente o arroyo. Y ahora los llevan a un fregadero.
El ridículo crece cuando la dignidad se retira.
Sesenta y seis años después siguen adoctrinando. Esperemos que esos niños del fregadero no se conviertan en frutos de la doctrina.
El Barrigón número 1 y buena parte de sus cómplices son frutos de la doctrina. Son sinceros en su ineptitud y desvergüenza. Creen que el mundo funciona así. Creen sinceramente que ellos no son culpables de la calamitosa situación en que sobrevive el país que desgobiernan.
También tienen mucho de hijos de puta, que conste. Pero viven en el mundo que ellos creen normal, fruto de esa doctrina maligna.
Y ahora, para desviar la atención de la catástrofe humanitaria que no saben cómo resolver, reavivaron el juicio al gil de Alejandro Gil. Un fusible quemado cuando les convino, juzgado ahora por sus propios cómplices, que, al parecer, pronto también serán fusibles inservibles.
Son frutos de la doctrina, que solo da frutos podridos.

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