lunes, 3 de noviembre de 2025

La cara de Gil

Foto: Havana Times
 

Convenientemente, para ellos, la dictadura totalitaria que ha arruinado a Cuba y mantiene en la miseria a los cubanos de la isla ha desempolvado el defenestramiento de Alejandro Gil para desviar la atención de la catástrofe humanitaria en la que está sumido el oriente de la isla.

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Es una jugada típica del manual del dictador totalitario. En un régimen en el que la llamada justicia está al servicio de sus intereses —es más, es parte integrante de su maquinaria opresiva—, que en medio de una crisis como la que dejó atrás el huracán Melissa ellos se dediquen, en vez de a la reconstrucción, a sacar a un prisionero a la palestra pública es más de lo mismo.

Como en los tiempos medievales, cuando en la plaza exponían a un infeliz camino al cadalso para que el populacho lo ofendiera y le lanzara desechos.

En sus tiempos, el Orate, cuando veía que internamente tenía un problema, que había tensiones —sobre todo al principio, cuando todavía a los cubanos les quedaba algo de iniciativa—, el barbudo anunciaba que se avecinaba una invasión yanqui y “movilizaba” a media Cuba a excavar hoyos y marchar sesenta kilómetros. Todos unidos contra la amenaza externa.

Luego, según el manual del dictador totalitario, usó el capítulo de Stalin y regularmente ejecutó purgas con las que, según él, se rectificaban errores cometidos, se eliminaban corrupciones, espías o simplemente vividores que disfrutaban mucho de las “mieles del poder”. Mieles que solo él podía disfrutar.

La “microfracción” y Aníbal Escalante, Orlando Borrego, Luis Orlando Domínguez, Roberto Robaina, Carlos Aldana, Felipe Pérez Roque, Carlos Lage o este Gil de ahora. Son cientos más, pero no tengo espacio, ni memoria, ni ganas de mencionarlos a todos. A todos les aplicaron la “justicia revolucionaria” en algún conveniente momento.

Otros no corrieron con tanta suerte. A Camilo Cienfuegos lo desapareció, luego puso a los niños cubanos a echarle flores al mar; a Ernesto Guevara lo echó a deambular por unas montañas desoladas, luego lo convirtió en mito. A Arnaldo Ochoa, Antonio de la Guardia y a dos más los fusiló después de un circo mediático. Son cientos más, pero no tengo espacio, ni memoria, ni ganas de mencionarlos a todos.

Es el método de los dictadores para desviar la atención de lo que de verdad les afecta. Miren ahora mismo lo que está haciendo Claudia Sheinbaum con Simón Levy.

Hoy, que un millón de cubanos están empantanados en los lodazales en que el huracán dejó convertidas sus ciudades, pueblos y campos, los Barrigones de La Habana regresan con el asunto del mentado Gil. Casualidad no es.

En los tiempos de Roma se decía que al “pueblo”, palabrita nefasta, se le tenía feliz con “pan y circo”. Estos cabrones solo han podido sacar el circo, pues pan, es decir, alimentos, no hay. Y menos en el oriente de Cuba.

No aceptan nuestra ayuda humanitaria, pues alegan ser “soberanos y dignos”. No tienen nada material que ofrecer a esos damnificados por Melissa. Total, antes del huracán ya tenían una isla con ocho millones de damnificados. Miserables por los efectos del huracán Panzón Verde Olivo.

¿Y qué hacen? Sacan a Gil, y por lo que veo, les va bien el asunto. Ya nos tienen a todos hablando del Gil y no tanto del millón de orientales que despiertan y malduermen con hambre, sin techo, sin agua potable, sobreviviendo entre aguas mortales. Desamparados.

En los tiempos de mi Cuba, de la que escapé muy joven, te decían que eras un gil cuando eras medio tonto, cuando eras medio comemierda. Un gil cubano era equivalente a un pendejo mexicano, a un boludo argentino, a un huevón chileno o a un gilipollas español.

Señores, la dictadura, una vez más, nos está viendo la cara de gil.

 

Foto: MSN
 

Olvídense de Gil, es uno más. Para efectos prácticos, no sirve de nada. Sigamos con los cubanos de Oriente. Es una catástrofe humanitaria de proporciones nunca vistas en esa isla.

 

Foto: Yahoo! Noticias 

Que los Panzones no nos vean la cara de gil.

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