martes, 14 de octubre de 2025

La tregua a la que llaman paz

Foto: Le Monde

Los ojos del mundo están puestos sobre Sharm El Sheikh, un balneario egipcio en la punta sur de la península del Sinaí. Muchos líderes mundiales se reúnen allí para celebrar el acuerdo de paz entre Hamás y el Estado de Israel.

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 El acuerdo, como lo comentamos el otro día, se logró gracias al empuje del presidente Donald Trump y su equipo, junto a un grupo de países árabes. Uno, por un lado, presionando a Israel y los otros a los palestinos.

En la foto protocolar del balneario aparecen muchos jefes de Estado que no movieron un dedo para lograr esa paz, que considero tregua. La Unión Europea, con la mayoría de sus miembros, y las Naciones Unidas, todos en contra de Israel y a favor de los terroristas de Hamás.

Junto con la prensa, las miles de ONG y las campañas universitarias doblaron la voluntad de Israel de terminar de una vez por todas con el problema de Hamás. Le llaman paz, pero es tregua.

Israel ha recibido a los veinte civiles secuestrados hace más de setecientos días. A cambio, ha liberado a más de dos mil terroristas palestinos, muchos con largas condenas por delitos relacionados con el terrorismo. Es decir, entre esos dos mil van muchos asesinos.

Cien terroristas por cada civil liberado. No creo que haya sido un buen negocio para Israel, pero sí uno excelente para Hamás.

Con Alá de su parte —no tenga duda de que le agradecen su éxito—, Hamás, que durante el conflicto había captado a alrededor de quince mil nuevos miembros, la mayoría jóvenes, ahora cuenta con dos mil más.

Dos mil terroristas bien entrenados y cargados de rencor contra esos sionistas inmundos. ¿O cree usted que esos dos mil se van a ir a cuidar ovejas, a abrir una tienda de conveniencia o a trabajar en una fábrica en Israel?

No lo creo. Bueno, sí, quizás vayan a trabajar a una fábrica, en Gaza. Fábricas de bombas y cohetes, que de esas allí abundan. Este pacto de paz no dejó que Israel terminara de destruirlas.

Nada, que este es el comienzo de otra etapa que terminará en lo mismo. En septiembre de 1978 se logró la “paz definitiva” entre el Estado de Israel y el mundo árabe. De la mano de James Carter, el presidente egipcio Anwar Sadat y el primer ministro israelí Menachen Begin. Hasta se ganaron el Nobel de la Paz.

A Sadat lo asesinaron los yihadistas islámicos en octubre de 1981. Los que no quieren paz.

Hoy, Trump y los líderes mundiales, incluyendo hasta el golfo corrupto de Pedro Sánchez, posan para la foto henchidos de felicidad. Parecen un concurso de esos de Miss Mundo, donde la chica, cuando le preguntan su mayor deseo, dice: “La paz mundial”.

Mientras ellos están allí, en los túneles de Gaza, los verdaderos enemigos de la paz estarán, esté usted seguro de ello, preparando el próximo ataque. Tienen a quince mil nuevos soldados, y acaban de recibir el refuerzo de dos mil veteranos más.

Al cabo, tampoco les quitaron las armas.

Foto: News.com.au

Cuando Israel vuelva a capturar a dos mil terroristas, lo único que tendrá que hacer Hamás es ir a secuestrar civiles israelíes.

Negociar con terroristas es perder el tiempo y perder la paz.

Mientras tanto, disfrutemos de esta tregua, pensando que es la paz definitiva. Anjá.

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