domingo, 5 de octubre de 2025

Cuando Cuba mantenía a España

 

Foto: Noticias Martí

Ya van al menos dos generaciones de cubanos que nacieron en un país lisiado, cojo. Un país parásito. Dependiente de otros países para, durante las primeras tres décadas después de 1959, medio funcionar. Y luego de 1991, subsistir descaradamente como una garrapata inepta.

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Un país en el que no se cosecha la tierra, un país sin industrias, un país en el que el único comercio que se permite es el de la mafia estatal y sus cómplices.

Un país —que ya no lo es, pero hay que llamarle de algún modo— colapsado. Un Estado fallido. Sin servicios básicos.

Un país en manos de una junta militar, una junta de ineptos desconectados de sus cautivos. Son tan ineptos que no saben que son ineptos. Piensan que así funciona el mundo. Y no, no funciona así.

Durante cuatrocientos cuarenta años, la isla de Cuba fue un símbolo de progreso, de pujanza. En Se acabó... les cuento del país del que se apropiaron quienes ahora lo dejaron en herencia a estos ineptos. Un país próspero convertido durante sesenta y seis años en un páramo de miseria.

Si en mi primer libro les cuento del país que estos empezaron a destruir a partir del primero de enero de 1959, en el segundo les estaré contando sobre cómo se construía ese país hace doscientos años.

Y mire con lo que me encuentro. Les dejo el discurso de un funcionario español, un peninsular —pues por entonces todos los cubanos eran españoles—, un funcionario peninsular que describe lo que significaba la isla de Cuba para España.

Lo dijo Agustín Rodríguez, un gran hijo de puta, pero que nos dejó un testimonio de la prosperidad de Cuba, hace doscientos años:

Supongo que un padre diligentísimo tiene veinte hijos. Los diez y ocho hijos acometidos de facinerosos, sus tierras taladas, destruidos sus talleres, y en total ruina, desesperación y miseria. Los dos restantes no solo gozan de libertad, de cuantiosos bienes, sino que nadan en la abundancia y la prosperidad. (…) Pues bien, este padre es el Gobierno de S. M., la desgraciada nación española los diez y ocho hijos, y los comerciantes o hacendados de La Habana, los dos hermanos. [1]

Cuando yo llegué a España, hace más de treinta años, y me reencontré con mi familia allí, me recibieron con los brazos abiertos. Agradecidos, no conmigo, sino con mis abuelos, que desde Cuba los mantuvieron surtidos de alimentos y tabacos durante la Guerra Civil y los inicios del franquismo. Desde Cuba se mandaba ayuda a España.

Ahora es al revés. La mayoría de los cautivos en esa isla no saben que pisan una tierra que alguna vez fue productiva y próspera.

Hay un dicho español, de 1899: «Más se perdió en Cuba». Desde 1959, los cubanos perdimos Cuba.

Los Barrigones que la mantienen hincada y humillada no tienen, no saben, no quieren que sea próspera de nuevo. Sin ellos en medio, lo será. Muy pronto. No es tan difícil.



 

[1] AHN. Ultramar, 37, Exp. 2. Oficio de Ezpeleta a la Comisión Regia. 30 de julio de 1839.

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