viernes, 19 de septiembre de 2025

Un honor inesperado

 


Ayer estuve en la Green School, o  Steven J. Green School of International & Public Affairs, convocado por Sebastián Arcos Cazabón, director interino del Cuban Research Institute (CRI). Todo esto en la Universidad Internacional de la Florida (FIU).

Cuando yo llegué a estas tierras de libertad en 1996, residí por un corto tiempo muy cerca de esa universidad. Recuerdo que pasaba por su frente, por entonces era mucho más pequeña, y soñaba con que algún día estudiaría mi maestría o doctorado allí.

El sueño duró poco, pues cuando me hice de mi primer auto, un transportation, como le dicen aquí a la versión libre del almendrón, resultó que goteaba más aceite que una próstata de cien años. Además de las manchas, tenía en contra que en casa de mi hermano solo había espacio para dos vehículos, y ya estaban ocupados.

Es decir, el viejo Oldsmobile y el joven Omar sobrábamos en la escena. La patada en el culo fue tan precisa que fui a dar hasta California. Literal.

Pasaron treinta años y ayer estuve en FIU. No fui como estudiante, mucho menos como profesor —que Dios me coja confesao—. No, fui como invitado a una reunión que me reconfortó mucho, pues pude comprobar que entre los más de tres millones de cubanos que tuvimos que escaparnos de la cautividad en la cautiva hay muchísimas personas que seguimos amando a nuestra nación.

No solo nacidos allá, sino también hijos de exiliados que solo conocen a Cuba a través de las historias contadas por sus padres, por sus familiares o por sus amigos. Y se sienten cubanos. Y quieren a Cuba. La Cuba libre, por supuesto.

Nos reunimos allí una docena de personas. Unos, como yo, íbamos por primera vez. Otros, la mayoría, son viejos colegas y amigos que comparten el mismo objetivo, el mismo sueño, de reconstruir nuestra isla cuando vuelva a la libertad.

Conocí —me uní—, a un grupo de asesores externos del Cuban Research Institute. Un grupo heterogéneo, pero a la vez homogéneo. Digo lo primero, porque allí había empresarios, abogados, constructores, académicos, profesores, de todo. Digo lo segundo porque todos, de alguna forma o de otra, seguimos atados a nuestra nación por las cuerdas del amor. Porque todos somos ejemplo de que, a pesar de haber construido una nueva vida en libertad, seguimos buscando la libertad de esa hoy cautiva nación.

Conocí también a tres jóvenes, dos chicas y un chico, recién expulsados de la cautiva. Pertenecían al Movimiento San Isidro. La Junta de Barrigones, cuando reprimió a ese movimiento, expulsó a muchos de sus integrantes y encarceló a otros. Luis Manuel Otero Alcántara es uno de ellos, uno de muchos. Las dictaduras totalitarias no toleran el pensamiento libre.

Los tres jóvenes ganaron una beca del CRI, beca modesta pero significativa. Nos contaron sobre los proyectos en los que trabajan. Y les digo algo: hay esperanza.

Hace veinte años, el Cuban Research Institute estaba dirigido por una persona que está en las antípodas de mi brújula política y moral. Gracias a Dios hoy no es así, desde hace más de una década no es así. Hoy está dirigido por Sebastián Arcos, quien, como le dije a él ayer, es una de las personas más transparentes, sencillas y modestas que he conocido. Y efectivas, en el sentido de lograr cosas, también.

Hoy el CRI es un faro de navegación que sirve como guía a los que buscan contribuir con la libertad de Cuba a través del conocimiento de su historia, de su realidad actual y de su porvenir. La reconstrucción del futuro de la hoy cautiva será mucho más rápida y bien dirigida gracias al trabajo incansable de este instituto, del que hoy soy asesor externo.

Un honor inesperado.

Hace treinta años soñaba con ser alumno de FIU. No estaba ni en mis más remotos sueños ser bendecido con la posibilidad de interactuar con tanta gente buena y talentosa. A trabajar.

2 comentarios:

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  2. Congratulations, Omar! Por suerte, son más los cubanos que en la Florida "están puestos", como diría mi querido Luisma, que los que están en el chisme y el brete, oyendo y bailando reguetón y reparto. Desde Lucerna, te mando un abrazo, Tania Quintero

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