jueves, 7 de agosto de 2025

El Malecón de la libertad

 


El Malecón de La Habana es algo que, como casi toda la ciudad, nos legó la historia de esa ciudad. Fue terminado en épocas de libertad, cuando la hoy cautiva era un país libre, independiente y autosuficiente. Cuando los autos que por allí circulaban eran conducidos por cubanos que, con su trabajo, los habían podido adquirir.

Autos que podían parar en cualquier gasolinera, como la del Tángana, en la falda de la elevación donde se eleva el hotel Nacional, sobre la antigua cueva del Tanganana, y llenar su tanque de combustible con gasolina refinada en Cuba.

El Malecón de La Habana ha sobrevivido sesenta y seis años de totalitarismo comunista devenido ahora en totalitarismo mafioso de la Junta de Barrigones que desgobierna la isla y oprime y reprime a sus subyugados.

No así los edificios que cercaban sus aceras; a esos el comunismo les royó hasta los cimientos, como el Orate que lo impuso lo hizo con la nación cubana.

Pero el Malecón, ese muro, el mar y la avenida, ahí siguen. Por ese asfalto circulan hoy los fantasmas de los vehículos que hace sesenta años transitaban por esa autopista. Antes eran cientos, en buen estado. Cuba era uno de los países que más automóviles per cápita tenía en América.

Hoy son fantasmas, movidos por motores adaptados, ruidosos y contaminantes. Chatarra en movimiento, acompañados por otros más modernos, de las más diversas procedencias. El socialismo desdeña todo del capitalismo, excepto la desigualdad.

El Malecón ahí sigue. Ha sido de todo para nosotros los cubanos: centro de reunión, lecho de amor y hasta sofá de ese psiquiatra que es el mar.

Cuántos cubanos no recurrimos a esa costa a llorar nuestras penas, a reflexionar al sonido de las olas o a escapar del calor infernal de la ciudad a oscuras.

Desde allí yo miraba al norte, a ver si me llegaba algún aire de libertad.

En 1994, hace treinta y un años, después de noches de apagón y calor infernal, la chispa de la rebeldía renació entre los cautivos de la isla. Allí, en las inmediaciones del perenne Malecón. "Libertad", gritaban. "Abajo el Orate", bueno, así lo digo yo; ellos lo llamaban por su nombre.

Fueron libres por pocas horas. La marea represiva que sobrevino los arrasó, los noqueó. El Malecón puede resistir cualquier oleaje, pero un cautivo indefenso está indefenso ante mil represores armados.

Eso fue el 5 de agosto de 1994. Volvió a suceder, ahora sí en múltiples lugares, el 11 de julio de 2021. "Libertad", gritaron; sin libertad los ahogaron.

Hace treinta y un años de aquel Maleconazo.

Este 5 de agosto pasado, la nueva generación de represores, que ahora parecen delincuentes comunes, representando a esos Panzones que los dirigen, salieron a reprimir preventivamente. A amenazar a cada opositor conocido, a restringirlos en esa fecha.

Tienen miedo. Como dijo el poeta: tienen mucho miedo.

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El Malecón ahí sigue, y seguirá. Dentro y fuera de la cautiva, las ansias de libertad ahí siguen y seguirán.

Ellos tienen miedo. Mucho miedo. Los apagones siguen, el hambre continúa y la represión se acentúa.

El Malecón ahí se mantiene, esperando a los libres.

1 comentario:

  1. Omar, muro de libertad para todos los cubanos y de besos y amor para los habaneros. Abrazos desde Lucerna, Tania

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