viernes, 15 de agosto de 2025

Cuerpos modificados

 

En lo que va del año he estado en Japón, Perú, Colombia y México, además de Nevada, California, Texas, Louisiana, Alabama y Mississippi. Del carajo. A mi edad uno cada día extraña más la monotonía del hogar.

Esas travesías casi siempre son en avión, en aviones: sube, baja, espera, sube, baja. Así, otra monotonía, pero de la que no disfruto.

Durante las esperas para abordar o ya dentro del aparato observo a las personas, es entretenido. Observar a la humanidad. Ya en vuelo me dedico a escribirles estas tonterías. No solo en los aviones: también observo personas en el supermercado, en el restaurante o en la gasolinera.

Y traigo esto hoy ante ustedes porque me he fijado en un fenómeno: lo generalizada que está la costumbre de someter sus cuerpos a diversas cirugías "estéticas".

Empecemos por la nariz. ¿Qué tendrán de mal las narices con las que nacieron? He visto muchísima gente con el apéndice olfativo operado. Todos bajo el mismo modelo: la alargan, con la punta medio hacia arriba. Una línea recta o una curvita leve, de la raíz a la punta, y una cicatriz visible en las aletas.

No solo mujeres adultas, que para uno de mi generación serían las personas más propensas a estas intervenciones. No me juzguen.

No, he visto familias completas. El padre, la madre y los hijos adolescentes. Incluso chicas y chicos de alrededor de diez años de edad, según mi cálculo.

Ayer, viendo un documental, veo que hasta Pablo Escobar, el narco terrorista, también se operó la nariz. Se hizo lo mismo, el mismo modelo. Matando colombianos con nariz respingada.

¿De dónde salió esa tendencia? A mí no se me ocurriría meterme a un salón de operaciones a que me tasajeen mi narigón. Y miren que está feo: así vino de fábrica y lo afearon más durante mi feliz paso por la escuela secundaria y preparatoria. A golpes, claro.

Luego las tetas, ahí sí solo mujeres. Bueno, y algún hombre camino a la femineidad, que cada quien hace con su cuerpo lo que le da la gana. Yo lo hago.

Si me pones a escoger entre un par de balones de silicón, asaltados por un bisturí, y un par de tetas naturales, asaltadas por la gravedad, ya saben qué prefiero. Que miren al sur, no importa.

Y veo también que se ponen algo en los labios, algún producto inyectado. Quedan sus bocas inflamadas, estilo Homero Simpson, por decirlo decentemente. Como hemorroides irritadas, por decirlo fehacientemente.

La televisión aquí en México está repleta de esos ejemplares. No tiene lógica para mi. Y no es solo aquí, miren lo que queda de las otrora hermosas Nicole Kidman, Meg Ryan o Ashley Judd. Antes bellas ahora máscaras de susto.

Me han dicho que también se quitan la grasa abdominal, y que a algunos se la pasan para el trasero. Para las nalgas.

Y sí, lo he visto aquí en México. He visto chicas y señoras con glúteos inmensos. No concordantes con el resto de sus cuerpos, aunque sí generalmente el mega culo va acompañado de tetas memorables y la dichosa nariz "respingada".

Como los payasos del circo soviético al que cuando niño me llevaban.

 

Ahora recuerdo que hace unos años, caminando por las calles de Estambul, tropecé con un señor. Tenía todo el cráneo vendado. Con restos de sangre incluso. Pensé en qué clase de bronca se habría metido la noche anterior que así de jodido lo dejaron.

Para mi sorpresa, en el avión que me llevaba de la capital turca a Tel Aviv, en el cual entré de último, vi muchos cráneos vendados entre los pasajeros. Turbantes ensangrentados sobre tipos que se veían muy felices.

Resulta que Turquía, o como se llame ahora, es famosa por las operaciones de injerto de cabello. Al tipo no le habían roto la cabeza en una bronca, se la habían sembrado de pelos.

Y ahora, esta noche, viendo una comedia de Idris Elba y John Cena, veo que la joven y guapa actriz hindú Chopra Jones, o algo así, también se puso una nariz estirada. Parece que el fenómeno es mundial.

Me vino a la mente Silvester Stallone, un tipo que me cae muy bien. Todo lo contrario a Michael Jackson, que en paz descanse, pero que coinciden en la pertenencia al club del bisturí.

Yo, que ya pasé de la mitad prevista, seguiré medio calvo, con nariz de boxeador, panza de vividor y nalgas más planas que un plato.

Y no les cuento lo que pienso de los tatuajes. Efectivamente, soy oficialmente viejo.

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