En mi investigación preliminar para la segunda parte de Se acabó..., me tropecé con un editorial del periódico Granma, ahora convertido en octavilla por el Estado fallido al que la Junta de los Barrigones ha llevado a la isla cautiva.
Fue publicado el 30 de diciembre de 2016, un mes después de que el Orador Orate se mudara, en forma de cenizas, al pedrusco que implantó en el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba. Se titulaba "La Cuba que cambió Fidel" e iba acompañado de una de esas fotos que tanto nos ponían a los cubanos para mostrar la pobreza imperante en la vieja Cuba.
Con ese tipo de imágenes nos bombardearon a los cubanos de mi generación, siempre insistiendo en la miseria de la que el Orate nos salvó desde 1959. Iba uno al cine y, antes de la película, te ponían un corto propagandístico —le decían noticiero— donde muchas veces te pasaban esa imagen de una familia frente a un bohío ruinoso, generalmente con varios niños con sus barriguitas infladas de parásitos.
Salías de la oscura sala y, si vivías en La Habana, veías una ciudad levantada antes de que el Orate nos salvara de la cantada miseria. Sabías que se deterioraba, pero no dejabas de pensar que, si la vieja Cuba era tan pobre, ¿por qué esta ciudad era tan próspera?
Luego visitabas a tu familia en el campo, pasabas temporadas allí, y nunca escuchabas una historia en la que aparecieran esos niños que viste en el cine. Que había pobreza, sí, te decían tus abuelos, pero era aislada y solucionable.
Treinta y tantos años después, uno mira atrás y se asombra del grado de deterioro y miseria al que primero el Orate, y ahora los Panzones que lo sucedieron, han llevado al país que desgobiernan. Antes había pobreza, pero Cuba funcionaba, era autónoma, crecía. En la contraportada de Se acabó... escribí lo siguiente:
En 1958 vivían en un país con un régimen con derechos políticos restringidos, libertad de prensa, libertad económica y libre movilidad social. La economía crecía a niveles nunca vistos, y Cuba era autosuficiente para su funcionamiento. Existía pobreza, mucha; existía riqueza también. La restauración pacífica hacia la democracia plena iba por buen camino, pero los cubanos querían un "cambio".
Y el cambio llegó con el Orate queriendo cambiar Cuba, mientras los cubanos aplaudían en "masa", palabrita con la que, junto a la de "pueblo", los despojaron de sus derechos como ciudadanos. Una "revolución" para que no hubiera más niños pobres llenos de parásitos frente a un bohío.
Para ello confiscó, decomisó y se robó todo lo que fuera privado. Al cabo, el Estado socialista los llevaría al desarrollo, con igualdad y justicia social.
Sesenta y seis años después, el resultado está a la vista, aunque no aparece en Granma. Lo muestro a continuación; la imagen habla por sí misma:
Julio, 2025
Hoy, esos niños son igual de pobres, o más, que en 1959. Los parásitos ahora son los Panzones, con sus barrigotas rellenas de infamia, que les imponen el socialismo aniquilador que los empobrece.
Dice el editorial del Granma que cuando Castro tomó el poder "encontró un panorama desolador, que nos ubicaba entre los países más pobres de Latinoamérica y el mundo".
Por vez primera coincido con un titular de Granma. Solo discrepo en que dice "encontró", cuando debería decir "dejó".
Sí, Fidel cambió a Cuba.
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