A algunos, el ingerir langostas, las que habitan en las aguas del Caribe (Panulirus argus), les produce curiosos efectos secundarios. Gracias a la noble Revolución, la gran mayoría de los cubanos no tiene que preocuparse de sufrir esas nocivas consecuencias. Quizás por ello les tienen prohibido su consumo. Pescados sí pueden comer, el problema es que tampoco les dejan pescarlos.
Como los dirigentes de la Junta de Barrigones se dedican tanto al bienestar de eso que despectivamente llaman "pueblo", ellos sí comen langostas, al parecer muy a menudo. Incluso sus familiares, muchos de los cuales están enquistados en el amasijo de instituciones de ese que se autoproclama Estado cubano, que no lo es.
Recientemente, uno de esos efectos secundarios ha emergido en una de las ilustres figuras de ese grupo, generación 2.0, de la fina élite nacional. Se trata de Mariela, la educada dama hija de Raúl Castro y de Vilma Espín, que descanse en paz. Dicen que Vilma, hace muchísimos años, fue novia de un apuesto joven llamado Frank País. Otro que luchaba contra Batista, y que, estando escondido, recibió una llamada telefónica de su novia. Poco después la policía encontró su escondite y lo asesinó.
Volvamos a la hija. Mariela ya está sesentona, y junto a su esposo italiano han sacado partido de esa corriente mundial que nos obliga a tomar el tema de las preferencias sexuales de los humanos como un asunto de importancia pública, cuando es solo de carácter privado.
La discriminación basada en las preferencias sexuales ha existido desde los orígenes de la humanidad. Lo correcto sería combatirla y eliminarla, no querer obligarnos a todos a ser lo que no somos o a desear lo que no deseamos. Conste que a mí lo que mis congéneres hagan con su cuerpo me importa un comino. Pregúntenle al mío.
Mariela ha sido muy popular por sus comentarios siempre acertados. Ha publicado fotos y videos mientras engulle langostas y otros manjares en un país donde el duro pan de cada día está racionado desde que su tío se apropió de la isla.
Ha dicho excelsas frases como "parece un moco pegao" cuando en alguno de sus muchos viajes promocionando el sexo anal, un periodista le hizo una pregunta que para ella resultó ofensiva. La pregunta era verdaderamente incómoda: "¿Qué tal por España, bien?". Literal.
La última perla que surgió de su voz fue en el popular y animado programa de televisión Mesa Redonda, un espacio de ideas cuadradas muy seguido por los cubanos. Resulta que la dama expresó que los judíos no son un pueblo, nada, que son algo así como palestinos, pero resentidos. ¿Holocausto? Si los sionistas son como los nazis. Cosas por el estilo. En resumen, para ella los hebreos son unos árabes que se victimizan para ocupar territorios.
Para esos cubanos que dicen que su país está colapsado y con hambre, Mariela es un ejemplo de lo que una vida de privilegios y lujos puede hacer con alguien que nació siendo ser humano.
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