jueves, 22 de mayo de 2025

Casín

 


Mi amigo Casín empezó siendo amigo de mi hermano y terminó siendo hermano mío. Yo terminé no siendo hermano de mi hermano y él un muy lejano amigo de mi hermano. Cosas de la vida.

Mi relación con Casín fue obligada. Mire usted, cuando mi hermano entró al internado con nombre de líder de revolución bolchevique, encontró en Casín un amigo. Vivíamos en la misma Ayestarán, a muchas cuadras de distancia, pero en la misma calle.

Su madre, Eva, trabajaba donde mi madre consiguió un empleo. Un laboratorio que, cuando fue confiscado por el Confiscador en Jefe en 1960, se llamaba Squibb, marca aún vigente. El establecimiento se encontraba, literalmente, cruzando la calle de mi casa.

Eva se convirtió en otra madre para este niño. Madre, de veras. Era la única persona por la que yo aceptaba tomar el infame café con leche que preparaban en aquella casa. Voz dulce, alma buena. Casín y su hermano Juan Carlos se hicieron mis otros hermanos mayores.

Casín y mi hermano carnal usaban un uniforme azul, camisa más clara que el pantalón. Eva adaptaba los de su hijo para hacerlos lucir como los que usaban los integrantes del prohibido grupo musical que adoraban. Aunque sus pantalones los igualaban, la narizota de Casín impedía compararlo con el mayor de los hermanos Gibb.

Convivimos mucho: en casa, en la playa, campos, juegos. El muy cabrón fue siempre cómplice de mi hermano, como cuando me pusieron una vieja capa de Supermán y me subieron a un armario. "Vuela, vuela, no tengas miedo". Como una piedra al suelo. Lección de vida para mí, carcajadas para los bribones. No recuerdo si la siempre presente chancleta de mi madre dictó alguna justicia en este caso.

Años felices.

Salieron del internado, Casín con menos consecuencias que mi hermano. Las vidas tomaron su rumbo. Eva, siempre cerca. Mi hermano a Estados Unidos, yo dos años después, Casín a Puerto Rico. Nada, que de aquella isla inhóspita huimos todos.

Tres décadas después me encuentro en Miami con Casín, su esposa y sus bellas hijas. Feliz coincidencia. Andaban comprando una casa. Qué dicha, vivirían en mi misma ciudad.

Semanas después, como buen "suburbiano", salgo a buscar la correspondencia. La casa de al lado, por años vacía, ahora está iluminada. Sale el nuevo vecino..., es José Luis. Se llama destino.

Nuevamente felicidad. Pero disfruten la felicidad. Hoy, 22 de mayo, se cumple otro aniversario de que la mortalidad del cangrejo separó a Casín de su familia y sus amigos. Eva se fue poco después.

La adultez conlleva estos vacíos. Duele perder a un buen hermano.

Si a mí me duele, imaginen el dolor de mis vecinas. Aflicción que, como un fardo, nos acompañará a todos el resto de nuestras también efímeras vidas. Desconsuela también que todos moriremos lejos de la tierra que nos vio nacer.

Al menos moriremos libres.

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