En la portada de mi libro Se acabó la diversión aparece una imagen que es un collage de dos fotografías diferentes. Una es de 1957 y la otra de 1962.
📺 Si no me quiere leer, véame, pero es peor. → Ver el video aquí
En las dos fotografías aparece el “pueblo” de Cuba. Miles de personas, aglomeradas, en una concentración. En la imagen superior aparece ese pueblo felicitando al presidente Fulgencio Batista por haber sobrevivido a los atentados del 13 de marzo de 1957.
En la inferior aparece ese mismo pueblo idolatrando a Fidel Castro en la plaza que construyó Batista dos años antes. El mismo pueblo. El pueblo cubano.
La sumisión a un líder, aunque no es específica solamente de los cubanos, al parecer es parte de nuestra idiosincrasia, de nuestro devenir antropológico. Característica que incluso persiste en el actuar de mucho después de haber escapado del manicomio.
Si no me creen, vean cuántos cubanos exiliados o emigrados siguen fanáticamente a Trump. Seguidores en vez de creadores.
Lo que le ha sucedido a la nación cubana desde 1959 ha sido una calamidad cuyas consecuencias se manifiestan en cada aspecto de la vida material, social, espiritual, demográfica y política de los cubanos.
La depauperación material ha estado sustentada por una efectiva política de manipulación informativa, adoctrinamiento educativo y castración de la iniciativa individual.
Lo primero, el aspecto material, cuando la Junta Militar de Barrigones finalmente implosione, se solucionará mucho más fácil y rápido que lo segundo.
Todo esto les comento porque hace unos días cientos de cubanos salieron a la calle. Se fueron a varios hoteles siguiendo instrucciones que vieron en YouTube. No, no se fueron a tomar los hoteles reclamando comida, alojamiento o libertad, como cada día los influencers locales les aconsejan que hagan cuando su familia tenga hambre, cuando sus techos estén caídos o cuando la represión les lleve a sus hijos.
Salieron a la calle a recibir mil cien dólares. Sí, a cada cubano ese día le iban a regalar mil cien dólares. Así, sin más.
Quien les dijo tal cosa fue un español, ya muy mayor, o muy jodido físicamente, que con una convicción asombrosa les indicó que gracias a él, ese día, en cada uno de los cuatrocientos y tantos hoteles que hay en la isla, iban a estar sus colaboradores, con una camisa amarilla, esperándolos para la entrega del dinero.
El individuo, evidentemente con un serio trastorno psicológico o psiquiátrico, en verdad habla con una convicción y seguridad que hace que sus estupideces parezcan creíbles. Fidel Castro padecía de la misma patología, y miren adónde nos llevó.
El tipo, que se llama Ignacio Giménez, incluso dijo que se había coordinado con el Minfar, el Minint y el Mintur.* Todo esto aunque en otros videos ha dicho que el régimen, es decir, los Barrigones, serán sustituidos por un proyecto social, económico y político que él ha creado para la transición en Cuba.
Todo esto lo dice un sujeto de avanzada edad, en un video con un primer plano y un escenario de fondo que parece el de una habitación sin muebles. Un loco, o un imbécil, o ambas cosas.
Y con esas estupideces convenció a muchos cubanos de presentarse en varios hoteles. Fueron a los mismos hoteles que son propiedad de quienes los mantienen en la miseria, sin electricidad, sin comida, sin medicinas y sin libertad.
Un imbécil les promete mil cien dólares, en una operación imposible en cualquier lugar de este planeta, y ellos salieron a la calle.
Salieron a la calle por dinero regalado, mientras no mueven un dedo contra quienes los mantienen en la miseria.
Es una sociedad que no se rige por los principios básicos de la civilización.
Como dice Ernesto Miami en su último video, es un daño antropológico. Tiene razón cuando dice que sesenta y seis años de totalitarismo hicieron que los cubanos no aprendieran a construir su futuro, sino solo a consumir promesas.
Les castraron la dignidad, la individualidad, la moral del ser humano. La búsqueda de la felicidad.
Por eso han permitido y permiten que los Panzones los obliguen a sobrevivir con las calles llenas de basura, sus casas oscuras, sus familias postradas por virus desconocidos, sin transporte ni hospitales y ya ni siquiera con lo poco que daban con el racionamiento.
No tienen servicios básicos, obligación de un Estado. No hay electricidad, no hay alimentos, medicamentos, servicios comunales ni transporte. Un país que solo produce emigrantes, que no produce nada y que no producirá nada bajo esa asfixiante Dictadura Militar de Barrigones.
Tuvo que salir la propia televisión de los Panzones a explicar que lo que hizo el viejito Giménez era una burla, un bulo. Por una vez dijeron la verdad.
Lástima que esa misma televisión no les cuente a esos castrados quiénes son los culpables de la catástrofe humanitaria que vive lo que queda de la isla de Cuba.
Lo de Giménez y sus mil cien dólares es otro circo para los que no tienen pan. Hace unos días fue lo del Toque, mañana veremos otro nuevo circo.
Los castrados ahí seguirán, en la mugrosa mentira en la que sobreviven.
Mientras tanto, el Cangrejo seguirá con su vida lujosa, el Sandro con su psicodelia cervecera y el resto de la élite, más discreta, continuará con sus vidas, mientras los crédulos esperan el próximo bulo.
Les digo, hay días que me dan ganas de colgar los guantes y olvidarme de una vez por todas de esa isla y su gente.
El problema es que me sigo sintiendo muy cubano, y no me da la gana que sigan con este genocidio.
Cojones.
* Ministerio de las Fuerzas Armadas, Ministerio del Interior y Ministerio de Turismo.



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