Veo con absoluto asombro, y resignación, lo que está sucediendo, no solo en este loco planeta, sino en mi propio país. En menos de un mes, por un lado, una refugiada ucraniana, Iryna Zarutska, fue apuñalada hasta la muerte en un transporte público ante la mirada inerte del resto de los pasajeros. Por otro, un chico, cuyo único "pecado" era promover ideas conocidas aquí como conservadoras, fue asesinado por un francotirador mientras charlaba con el público en una universidad.
El asesino del tren era un sujeto que, si las leyes y el sentido común funcionaran, estaría de por vida de pareja de un fortachón en una cárcel federal. Pero no, estaba en la calle, soplao de drogas, de demencia o simplemente de maldad. Asesinó a una chica inocente que, probablemente huyendo de las bombas de Putin, feneció a cuchillazos de un felón urbano.
El individuo tiene un historial criminal, fue arrestado catorce veces. Y lo liberaron catorce veces.
Estaba en la calle, con un puñal. La asesinó y nadie hizo nada para ayudarla.
Hay otro caso reciente, menos conocido, pero más cercano a los cubanos. Un natural de la isla, con historial criminal en tres estados, con orden de deportación, le cortó la cabeza al gerente del motel en que se hospedaba solo porque se encabronó por una lavadora que no funcionaba. Lo decapitó enfrente de la esposa del pobre señor, otro inmigrante como él.
El paisano asesino se llama Yordanis Cobos Martínez. Un cubano de treinta y siete años cuya deportación no fue aceptada por los Barrigones de la isla. ¿Qué hizo la administración de Biden? En vez de mandarlo, como hace Trump, a Timbuktú, lo liberaron.
El ICE no llegó a tiempo para mandarlo a África o a El Salvador del dictador Bukele. Le cortó la cabeza a Chandra Mouli Nagamallalah. Estaba en la calle, en Dallas, debiendo estar en una cárcel migratoria. Y mató.
Es increíble que una buena parte de la humanidad, por decirles de alguna forma diplomática, siga con esa creencia, ese dogma, "izquierdista". La historia, los hechos, han demostrado la naturaleza siniestra y asesina del comunismo y de su aplicación práctica, el socialismo totalitario.
Pero no, ese sistema que ha costado a esa misma humanidad la pequeña cantidad de entre 50 y 110 millones de muertos, e incuantificables pobres, miserables o desplazados, sigue gozando su lugar privilegiado del lado de los "progresistas", de la llamada izquierda.
Si usted, como yo, está a favor de la democracia, de la libre empresa, del respeto al derecho ajeno, del respeto a la ley y el orden, del respeto a la vida humana y de las obligaciones de ser un ciudadano en el sentido individual, y en el colectivo, es tachado por los del párrafo anterior como fascista, "facha", "racista", etcétera, etcétera.
Hace unos días, un francotirador, apostado en la azotea de un edificio universitario, disparó contra Charlie Kirk y lo mató a sus escasos treinta y un años. Lo mató no por violento, por asesino, por racista, no, lo asesinó por sus palabras. Por promover los valores que expuse en el párrafo anterior. Además, de una manera empática y conciliadora, algo de lo que carezco.
La cultura de la violencia avanza, sobre todo en lo que llaman la izquierda. El 48 % de los liberales, según Kirk, justifican de alguna manera asesinar a Elon Musk, el 55 % opinan lo mismo sobre Donald Trump.
Un día antes de que asesinaran a Kirk, la Fundación de los Derechos Individuales y de Expresión publicó una encuesta en que reflejó que el 34 % de los universitarios dijo estar de acuerdo con la violencia "en algunos casos" para acallar discursos en los campus.
Al día siguiente, una bala calló a Kirk en un campus universitario. "Universidad" , palabra antes asociada a debate, a universo de ideas. Hoy es campo de batalla, donde las ideas que yo promuevo son acalladas a balazos. Horror.
A Kirk lo mató un individuo que, antes del hecho, fue grabado por alguien que lo vio allí acostado sobre una azotea, apuntando a Kirk. Alguien que no dijo nada, que no avisó a nadie. Igual que los pasajeros que acompañaban a Iryna en ese infausto vagón de ferrocarril.
¿Ven lo que les digo? Una sociedad que está jodida.
El asesinato del padre de dos criaturas, que no era un político electo o designado, que no era un militar en activo o en retiro, que solo era un chico, en vez de unir a todo un país, ha hecho todo lo contrario.
Un minuto de silencio en respeto a su muerte fue boicoteado por el ala liberal —son solo de nombre, que conste— del Parlamento Europeo. Ante el silencio respetuoso, aplaudieron el asesinato. Ya ni las formas sociales de convivencia respetan.
Lo mismo pasó cuando un transexual atormentado asesinó a varios niños inocentes mientras atendían una misa católica. ¿Ha escuchado algo en las noticias? Quizás algo, pero solo por uno o dos días.
En las calles y en las redes sociales, grupos de personas, la mayoría jóvenes, celebraron el homicidio de Kirk. Son los mismos que se rasgan las vestiduras por Gaza, por las patanerías de Trump o por el incontenible de Milei. En ese grupo inhumano se incluyen varios de las marionetas de los Barrigones en estas tierras.
Si esa bala maligna hubiera cortado la vida, no fructífera como la de Kirk, no, si esa bala hubiera matado a un promotor de la paz en Gaza, a un ambientalista o a cualquier miembro de la comunidad afroamericana —recuerden a John Floyd—, hoy todas las televisoras y cadenas radiales, que callaron cuando el asesinato de Iryna, estarían todas, en unanimidad, protestando y llamando a la justicia.
De haber sido así, las calles de las principales ciudades de este país estarían copadas de manifestantes quemando vehículos y comercios. Atacando a las fuerzas del orden. Clamando por justicia.
No lo hacen por un chico que solo usaba sus palabras para promover sus principios democráticos frente a esa oleada imbatible, lamentablemente, que se mantiene lavando los cerebros, inútiles, de esa parte de esta sociedad dividida en la que habitamos.
Esa parte, la de los que disparan o apuñalan a civiles indefensos, actúa, como los Barrigones de la isla cautiva, siempre como víctima. Son productos del resentimiento y de algo que debe tener la mente de los humanos, que se rige por dogmas, por estereotipos, por emociones sembradas, no por lo palpable en la realidad actual y en la pasada.
Mataron a Kirk, le dispararon al juez Scalise, a Trump le mocharon media oreja e intentaron meterlo preso. A Bolsonaro le metieron un cuchillo como a Iryna y ahora está preso. Los discursos de odio, desde las aulas de las escuelas y universidades, desde el congreso y las administraciones estatales y locales, y, sobre todo, desde las redes sociales y los medios de comunicación, tienen consecuencias palpables.
Palabras que matan.
Hay palabras que hacen que unos maten a otros por sus palabras, o por sus ideas, que en democracia es lo mismo. Por eso mataron a Charlie.
Hay ideologías y políticas públicas que dejan libres a delincuentes confesos y reincidentes. Por eso mataron a Iryna.
No hay remedio, solo defendernos. Iryna no pudo, Charlie tampoco.


Había oído el nombre de Charlie Kirk. Pero verdaderamente nunca me había preocupado averiguar más sobre él, seguirlo. En esgte país hay mucha información y realmente no hay tiempo para acceder a toda y digerirla. Ahora, tras su muerte y haber escuchado sus opiniones sobre asuntos que yo he debatido y analizado en el círculo de mis amigos y conocidos, me doy cuenta que perdí la gran oportunidad de haber conocido intelectualmente a una persona con la que coincidía en gran medida. Que me llamen conspiranoico. Pero cada vez me convenzo más de que en este país se ha hecho un trabajo de ingeniería social para destruirlo desde dentro. Jóvenes como Taylor Robinson son el resultado de ese trabajo cuyo objetivo es lograr una sociedad alienada en la tecnología, carente de valores morales, fácilmente manejable mediante estímulos sensoriales y una auto-represión instalada en el subconsciente. Irina fué víctima de ese buenismo que padece la izquierda, cuando enuncia a aplicar los necesarios castigos a quienes transgreden las normas de convivencia aún cuando sus actos sean tan atroces como el que llevó a la muerte de esa muchacha. Increíble que la alcaldesa de Charlotte pidiera, en una primera declaración pública compasión hacia el autor de, hecho atendiendo a su condición mental, sin mencionar ni una sola vez a la víctima, tan bajo hemos caído. El asesinato de Kirk es una llamada de alerta sobre cuán en peligro está la sociedad americana de ver destruídos los valores que la llevaron a alcanzaar la posición que esgepaís ocupó en el mundo. Muy mal debemos estar cuando hay quienes celebran ese hecho sangriento Me recuerda a quienes se sentían satisfechos por los mítines de repudio con que acosaban a quienes se iban de Cuba en el 1980. Ya hace un tiempo vengo pensando que este país termina dividiéndose en dos grupos de estados que cobijarán las corrientes ideológicas contrapuestas que cada día se distancian más por la actitud de una izquierda violenta, fanática e intolerante.
ResponderEliminarLe agradezco mucho su comentario. Inteligente y acertado. Tan certero es que le pido me deje ponerlo en un post aparte. No sé su nombre, sino lo pongo como anónimo. Lamentablemente eso es lo que está pasando no solo en América sino en el mundo. Y esos chicos como Robinson, con ese estado mental, son los que serán los representantes, senadores y hasta presidentes dentro de un tiempo. Del carajo. Lea mi post de mañana, está listo desde temprano pero verá como coincidimos. Un saludo.
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