El 11 de julio de 2021, el Gobierno cubano cruzó una línea que nunca antes con tanto desparpajo había cruzado. Antes de ese día, exceptuando la hemorragia de los fusilamientos producida en los años inmediatos posteriores a 1959, nunca el régimen había manifestado de manera explícita su intención de asesinar a sus gobernados.
"La orden de combate está dada", dijo un impasible Miguel Díaz Canel, vestido de verde olivo, con unos grados ininteligibles en sus hombros. Combate. ¿Contra quién?, ¿contra la 82nd Aerotransportada a la que Fidel Castro tanto le temía? No, contra decenas de miles de cubanos que, cansados de penurias y hambre, literalmente hambre, salieron a las calles, no a pedir la cabeza del disfrazado de general, ni la de sus barrigones compinches, no, salieron a pedir libertad.
Lo mismo que pedían, con armas en la mano y matando, Fidel Castro y sus seguidores en 1958. El 11 de julio de 2021, los mal gobernantes de la triste isla se quitaron las máscaras. Ya sabemos quiénes son, solo falta que el mundo también lo sepa.
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