Ahora que vemos cómo esta Junta Militar de Barrigones que desgobierna Cuba la ha llevado al callejón sin salida que es la catástrofe humanitaria que sufren sus habitantes, no debemos cansarnos de repetir que primero el socialismo totalitario que impuso el Orador Orate desde 1960, y ahora el capitalismo de casta con el que estos Panzones mantienen miserables a los cubanos, son la causa principal del deterioro material, humano y espiritual de un país que hasta entonces había sido próspero.
📺 Si no me quiere leer, véame, pero es peor. → Ver el video aquí
Y ya ven que, de hacer un post diario, tuve que decidir limitarme a tres días a la semana, para así tener tiempo de terminar de revisar mi nuevo libro El tren de los egos. Es una historia documentada, es decir, basada completamente en documentos, del primer ferrocarril de Iberoamérica, construido por hacendados y comerciantes cubanos. Y digo cubanos porque, aunque algunos habían nacido en España, ya sentían a la isla de Cuba como suya.
En esa revisión me encuentro a cada rato pruebas de la prosperidad que empezaba a crecer a mediados de la década de 1830, hace casi doscientos años. Prosperidad que eclosionó a partir de la puesta en funcionamiento de ese primer ferrocarril, que fue el primer paso de la expansión del por entonces novedoso medio de transporte.
Y fíjense si La Habana era próspera que los que se oponían a ese ferrocarril —sí, siempre ha habido polémica en Cuba— alegaban que sería un grave problema para el tráfico de la ciudad. Tráfico, había tráfico en La Habana, hace casi doscientos años.
Decía, en agosto de 1836, el capitán general Miguel Tacón —un tipo denostado por los historiadores, pero que a mí cada día me cae mejor—, decía, en oposición al ferrocarril, que este “habría de atravesar la calzada o carretera en donde se reúnen los caminos que por todos los rumbos vienen a terminar en la Habana, y cuyo tránsito incesante de carruajes, caballerías y pasajeros es mayor que el de ninguna de las principales entradas de París o de Londres”.
O sea, que la calzada de Monte, a la entrada de la antigua Habana, tenía más tráfico que París o Londres. Y tráfico significa comercio, significa prosperidad, movimiento, bonanza.
La historia también ha denostado a aquellos gobiernos coloniales. Es cierto que, injustificadamente, tenían mucho de criticable, pero también tenían mucho de loable. Y en esto último también he encontrado cómo era la postura hacia la empresa privada por parte del Gobierno español de la época. Eran tiempos de la regente María Cristina, corrupta hasta la médula, como los Barrigones actuales de La Habana.
Pero siendo así de corrupta, a diferencia de los Panzones, su gobierno, en vez de cohibir, reprimir y confiscar la empresa privada, la fomentaba, la dejaba funcionar, la estimulaba. Les pongo el ejemplo a través de una respuesta del entonces ministro de Hacienda a su contraparte habanera. Ante la oposición de Tacón al trazo del ferrocarril por la ciudad, el ministro le indicó, recalcando la importancia de que los actores del Estado no se inmiscuyeran en los negocios privados:
(...) como el interés individual es el agente más solícito y el estímulo más poderoso para llevar a cabo estas empresas parece lo más conveniente dejarle en plena libertad, pues que una triste experiencia ha demostrado que cuantas se ha querido sujetarlo a intervención [del Estado] otras tantas se ha seguido la paralización, el entorpecimiento y acaso el frustrarse enteramente.
Sí, leyeron bien, hace doscientos años, el Gobierno vigente en Cuba fomentaba la empresa privada, el interés individual. Sabían que el Estado no debe intervenir en la actividad económica. Desde entonces se forjó la prosperidad del país. Durante más de cien años se construyó, se creó riqueza, basada en el capitalismo y la libre empresa.
Era una forma de gobierno autoritario y represor. De eso no hay duda, pero fomentaron la riqueza sobre la que nació la nación cubana. Nación que, con el progreso material, inició su camino hacia la libertad.
Libres no eran los esclavos sobre los que se inició ese desarrollo, pero de esto hablaremos otro día.
En 1960, el Orador Orate destruyó el capitalismo en Cuba y acabó con el interés individual para implantar el deber colectivo. Ahí comenzó el empobrecimiento y destrucción de ese país. El dictador habló, habló y habló, prometiendo desarrollo e igualdad. Hizo un plan tras otro. Todos fracasaron.
Hoy estos Barrigones siguen haciendo lo mismo, pero con menos carisma. No llegarán a ningún lado salvo a la implosión final del cascarón que queda de lo que una vez fue una Cuba exitosa y autosuficiente.
Hace doscientos años en La Habana había tráfico, capitalismo y se construía. Todo eso desapareció, solo quedaron los esclavos, que ahora ya no construyen.
Quedaron los esclavos y queda aún lo autoritario y represor. Mantener a los cubanos en la miseria es la única forma de mantenerlos en el cautiverio donde hoy sobreviven.
Un cubano próspero siempre querrá ser un cubano libre.


No hay comentarios:
Publicar un comentario