viernes, 5 de septiembre de 2025

Historias paralelas, y divergentes

Foto: Facebook

Hace unos días, presentando mi libro Se acabó la diversión en la librería Books & Books de Coral Gables, durante la sección de preguntas y respuestas —en las que más bien conversamos todos los asistentes—, me surgió un ejemplo sobre el mito castrista de la "inevitabilidad" de su llamada Revolución.

Viajemos a la Cuba de diciembre del año 1958. Hace sesenta y seis años.

Lo mismo, que si Cuba era una neocolonia norteamericana, que si era el prostíbulo de los gringos, que si la pobreza en la que vivían los cubanos… Medias verdades exaltadas a la categoría de mentiras.

Que en Cuba había capitales norteamericanos invertidos, es verdad. Como en muchos otros países latinoamericanos. Aumentaban la riqueza del país, al tiempo de, como debe de ser, la de sus inversionistas. Y, lo más importante, daban empleo a decenas de miles de cubanos, como esos mismos capitales lo hacen hoy en México o El Salvador, por poner dos ejemplos.

Que había prostitución, hombre, claro que sí, según el dicho es la profesión más antigua de la historia. Pero por supuesto que no era generalizada, y mucho menos se focalizaba hacia el turismo. Eso sucedió después, en la década de los 1990, gracias, o mejor dicho, por culpa de los fracasos del Orate.

Y prostitución había, hay y habrá, en casi todos los países del mundo donde no se asesine a las mujeres o a los hombres por prostituirse. En esos otros los violan, no les pagan y les va bien si no los apedrean hasta morir.

Que había pobreza, también es cierto. Una vez más, como en todos los países del planeta. En ese año había mucha pobreza también en Italia, España e Irlanda. Ni para qué contarles la presente en el resto del mundo.

Lo que les quiero decir es que Cuba, con todos sus problemas, no necesitaba inevitablemente la imposición de un modelo socialista totalitario que erradicara la propiedad privada y privara a sus habitantes de su condición de ciudadanos para convertirlos en pueblo, en peones de las decisiones erráticas de un dictador, al que ellos mismos ungieron de un rango divino.

 

Bohemia, enero de 1959

"¡Comandante en Jefe, ordene! ¡Pa' lo que sea, Fidel, pa' lo que sea!".

Y sí que ordenó, y sí que hizo lo que sea, lo que le dio la gana.

Tan es así que esa "revolución" —que, menos en la retórica, resultó todo un fracaso empobrecedor—, no fue "inevitable" en ninguno de los países latinoamericanos. Muchos tuvieron dictaduras, unas sanguinarias, otras menos violentas, pero ninguna llevó a sus habitantes a los extremos a los que el Orate llevó a los cubanos.

Pinochet, Somoza, Videla, Velasco Alvarado, Stroessner, Batista o Trujillo: ninguno expropió, confiscó masivamente las empresas y propiedades de sus subyugados.

Y hace unos días, conversando en la presentación del libro, les puse el ejemplo de Trujillo. Rafael Leónidas era un personajillo despreciable; lo minúsculo le era inversamente proporcional a lo siniestro. Un asesino de 24/7, como dicen aquí.

Cuando se lo escabecharon a tiros en 1961, la clase más rica de Dominicana se abalanzó, usando al Estado, sobre las muchas propiedades del "caudillo". Con la gente, en las ciudades, en la calle, el "trujillismo" sobrevivió otro rato.

No duró mucho. Pronto se armó la de San Quintín, y de un lado los americanos apoyando a un grupo y del otro el Orate metiendo mano, se disputaban el pastel. No sé si saben que el Partido Revolucionario Dominicano se fundó en La Habana desde 1939.

El Orate no ponía una en lo de mejorar el nivel de vida de los cubanos, pero para lo marullero era un campeón. Impuso a Juan Bosch, un pupilo, que a través de conferencias radiales movilizó a una buena parte de los antiguos "trujillistas" y de los campesinos.

Y ganó las elecciones de diciembre de 1962.

Para no hacerles el cuento largo, otro día seguimos: el discípulo del Orate empezó a querer implantar una versión light de lo que hizo su mentor a partir de enero de 1959. Esta vez ni los dominicanos ni los americanos se dejaron. El 25 de septiembre de 1963 le dieron una patada a Bosch que fue a parar a La Habana, luego a Madrid, a escribir tonterías.

En Santo Domingo se armó nuevamente el despelote político y militar hasta que, en abril de 1965, el presidente Johnson mandó a ocupar militarmente el país revuelto. Se retiraron el 21 de septiembre de 1966.

En 1958, República Dominicana tenía más pobreza que Cuba, más dependencia de Estados Unidos, y no sé si más prostitución. Después de cinco años de inestabilidad política, retomó su rumbo.

Hoy Punta Cana florece mientras Varadero languidece.

Los dominicanos son libres, bachata rosa y cerveza Presidente fría. Hay pobreza y prostitución, como en el resto del mundo. Tienen problemas como cualquier país. Pero son libres.

Foto: Listín Diario

Los cubanos de la isla ya no son solo pobres: muchos están sumidos en la más horrible miseria. Tienen problemas que serán irresolubles mientras esa Junta Militar de Barrigones los pisotee. No son libres, son esclavos, y con hambre.

¿Era inevitable su "revolución totalitaria"?

Foto: Cibercuba

Por supuesto que no. Hoy, mientras los dominicanos bailan merengue, los cubanos libres, esperanzados, cantamos Patria y vida.

Pero los cubanos en 1958 querían un cambio, como los mexicanos en 2018 y en 2024. Compren palomitas, la película empieza de nuevo.

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