lunes, 18 de agosto de 2025

Los pordioseros

Hace ya algún tiempo les escribí lo que opino de la Junta de Barrigones en el sentido de que son unos pedigüeños que se la pasan viajando por el mundo con la mano extendida y caritas de lástima. Muy serios van lloriqueando que si el "brutal bloqueo" asfixia a la isla que ellos, solamente ellos, llevan asfixiando más de sesenta y seis años.

Ahora leo en la prensa mexicana, que por aquí ando, que un grupo de cubanos residentes en México comenzaron a "armar la vaquita" para llevar un tanquero cargado de combustible a La Habana. Una ponina, como se decía en mis tiempos.

Ya no solo salen los Panzones en sus aviones prestados a mendigar por el orbe. Ahora también ponen a sus súbditos residentes fuera del manicomio, a mendigar a nombre de ellos.

Deben ser los mismos que hace unas semanas salieron a protestar cuando una alcaldesa cojonuda de la Ciudad de México procedió a retirar las esculturas de dos asesinos, uno cubano, el otro argentino.

Y la "vaquita" no es con dinero de esos vasallos. No, ellos no tienen dinero, lo que les paga la Junta militar de Barrigones no debe ser mucho, si es que les paga algo.

No, ellos andan en gestiones, implorando, entre los miembros de los partidos Morena y del Trabajo. El primero en el poder desde que Andrés Manuel López Obrador lo ganó, limpiamente, en 2018. Al día continúa en el gobierno con Claudia Sheinbaum, quien ganó, suciamente, el año pasado.

No solo desde tiempos de AMLO los Barrigones les llenaron México de médicos cubanos de dudosa procedencia, sino que, desde entonces, repetidamente, la empresa petrolera más endeudada del mundo les ha mandado cargamentos de combustibles, o les ha llenado los tanqueros de la dictadura, vetados en muchos puertos de países democráticos y transparentes, de petróleo gratis para que se mantengan mancillando a sus cautivos de la cautiva.

Ahora piden dinero para enviar un barco de petróleo. Como si eso fuera a solucionar la crisis sistémica en la que el totalitarismo comunista obtusamente ha llevado a la isla cautiva.

Piden dinero a los mismos morenistas y "petistas", que aman a Corea del Norte, cuyo gobierno ya lleva años regalando petróleo a los Barrigones. Petróleo que, según la Constitución, es de todos los mexicanos. Los populistas y los comunistas son iguales en eso de regalar el dinero de otros.

Solo entre mayo y junio de este 2025, Pemex, que es "de todos los mexicanos", ha despachado para los parásitos Barrigones que oprimen a la cautiva treinta y nueve buques cargados de combustible. Ochocientos cincuenta millones de dólares, equivalentes a 15 810 millones de pesos mexicanos.

No se los mandó Pemex directamente. No, se los mandó su filial Gasolinas del Bienestar.

Bienestar para la dictadura, a costa de los mexicanos, que marchan felices hacia el mismo destino.

Les he contado que Donald Trump, aunque voté por él, me cae como una patada ahí mismo. Pero gracias a Dios está sentado hoy en la Oval. Al menos ya obligó a la señora presidenta a combatir a los cárteles que sangran a este país. Balazos sin abrazos, contrario a su antecesor al que ella todavía idolatra y protege.

Ojalá las consideraciones de conveniencia política no impidan que también la presione para que deje de ayudar a esos desalmados de La Habana y de estar de lado de los Maduro, los Ortega o los Vladimires.

Los abyectos piden hoy dinero para regalarles petróleo. Antes pidieron leche en polvo, donaciones de esto y de aquello. Pobre México, le mataron la democracia y ahora lo ponen al servicio de esos parásitos.

 



Piden, piden y piden. Siento vergüenza, ellos no.

domingo, 17 de agosto de 2025

El primer asesinato de un político en la historia de Cuba

En Cuba, como en todos los países, el asesinato de políticos se produjo unas veces por razones políticas y otras por personales. Unas veces de manera directa, otras no tanto e, incluso, cosas de cubanos, llegó a producirse el autoasesinato.

De lo primero hay muchos ejemplos, como el del joven Julio Antonio Mella, mandado a asesinar por sus propios compañeros comunistas por desavenencias ideológicas y personales, en una calle de la Ciudad de México. Por cierto, muy cerca de donde la sensatez y la decencia retiraron las esculturas del Orate y del Gaucho asesino hace unas semanas.

O el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y de Antonio de la Guardia por desavenencias narcomercantiles. Hay cientos de ejemplos.

De lo segundo me viene a la mente la muerte del llamado Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, dejado a su suerte por sus compañeros de la “república en armas”; o la desaparición de Camilo Cienfuegos y el ajusticiamiento de Ernesto Guevara, muertes muy convenientes a su jefe, el Orador Orate.

De lo tercero recordemos la ridícula y trágica muerte de José Martí cuando de poeta quiso convertirse en mambí. O la también ridícula y dramática muerte del candidato Eduardo Chibás, que se rajó un tiro que le rajó la panza, y la vida.

Política y muerte, siempre ligadas, desde la Antigüedad hasta nuestros días.

Lo que mucha gente no se imagina es que el primer asesinato de un político ocurrido en Cuba fue en 1579.

En esa época, La Habana no era más que un pequeño muelle ubicado por donde está hoy la fuente con leones que se encuentra en la plazoleta de la iglesia de San Francisco. No solo el muelle, exagero a veces. También se veían unos caminos que con el tiempo se convertirían en las calles Mercaderes, Oficios, San Ignacio o Muralla.

Unas pocas casas estaban construidas en piedra y ninguna tenía techos de teja. La mejor era la de Juan de Rojas, el olvidado fundador de la villa. Fundador en el sentido estricto: gracias a Rojas existe La Habana. Otro día les cuento sobre él.

Rojas se había hecho de un pequeño estero al norte del mencionado muelle, en la costa de la bahía. Un lugar privilegiado: por un lado daba al mar, por el frente a la Plaza de Armas, que por entonces era un baldío polvoriento rematado por la polvorienta primera iglesia que tuvo el poblado.

Eran tiempos convulsos, como todos lo han sido, y los mares españoles de ultramar estaban infectados de piratas, corsarios y flotillas comandadas por capitanes de los países que no querían que España tuviera mares en ultramar. No solo asaltaban a los barcos españoles sino también sus poblaciones costeras. No eran muchas, la verdad.

Ya en 1555, un sádico pirata francés había arrasado con La Habana. La dejó llena de escombros y ruinas. Tal como está en la actualidad, pero a una menor escala. A diferencia de la actual, que no hay quien la componga, los pocos vecinos, entre ellos Rojas, pronto reconstruyeron sus casas y la saqueada y profanada iglesia.

Del otro lado del Atlántico, el rey Felipe II estaba encabronado de que unos herejes anduvieran asaltando sus posesiones y mandó a que se construyera una fortaleza en La Habana. Ya había habido una, tan inútil que ese pirata hugonote, Jacques de Sores, la quemó y demolió en pocos días.

Bueno, pues mandaron desde España al maestro Francisco Calona, a finales de 1561, con su mujer, hijos y un sueldo fijo. Debía construir una fortaleza de acuerdo con el plano que le dieron en Sevilla. Al principio se lo tomó con calma: demoró una semana en presentarse a trabajar.

Escogió para levantarla el sitio de la casa de Juan de Rojas, habiendo tanto terreno disponible. Rojas, leal a su rey, tuvo que entregar su casa para que la demolieran. Le indemnizarían al cabo de unos años. Eran otros tiempos, diferentes a los del Orate.

Empezó Calona a construir su fortaleza en 1562 y era 1579 y el maestro seguía construyéndola, con calma. Su contrato estipulaba que, mientras estuviera ocupado en la fortaleza, se le pagaría regularmente. Cuando la terminara, terminaba la paga. Ya entienden a Calona, ¿verdad?

Así fue como llegó un nuevo gobernador a la isla, a La Habana, y se encontró con el castillo a medio hacer y con los chismes de los vecinos acerca del maestro procrastinador. Que los cubanos siempre han sido chismosos.

Francisco de Carreño no demoró en presionar a Calona y en amenazar con despedirlo, aunque tuviera que recurrir a España. Hasta lo multó con dos mil ducados.

En eso andaban cuando llegó la fecha de cumpleaños del gobernador, en abril de 1579. Era una villa pequeña en la que todos los vecinos se conocían y muchos fueron a llevarle presentes al gobernador. Que los cubanos siempre hemos sido lisonjeros.

Allí se apareció la mujer de Calona. Le llevaba de regalo un “manjar blanco”, un dulce de la época. Hecho por ella misma para el gobernador.

Al parecer le gustó, pues unas horas más tarde las velas de cumpleaños ahora eran de velorio. Lo envenenaron.

A pesar de los chismes, Calona continuó en su empleo, incluso terminó la fortaleza. Ya era tan habanero como los habaneros y ya tenía otros negocios. Recordemos que materiales de construcción y negros esclavos nunca le faltaron. Que los cubanos siempre hemos sido muy avivados.

Y allí está hoy, el castillo de la Real Fuerza. Inmune aún a la debacle que lo rodea. Construido por Francisco Calona aunque tuviera que matar a un gobernador.

¡Qué tiempos!